Sociedad y seguridad

Lidiar con la amenaza delictiva a diario suele producir reacciones antagónicas; unos se desentienden de los noticiarios para evitar el estrés, mientras otros se obsesionan con cada dato sobre asaltos o asesinatos compartido por redes sociales.

De pronto, los ciudadanos se hallan leyendo recomendaciones de especialistas en seguridad para estar prevenidos ante eventuales situaciones de riesgo, como asaltos, secuestros o balaceras, y en las agencias bancarias se muestran pantallas con una serie de advertencias para evitar engaños y estafas digitales.

Ciertamente, la participación casi inconsciente de la sociedad en el avance de la corrupción ha llevado a aceptar como normal comportamientos que redundan en un pernicioso desprecio por la legalidad.

Desde la solicitud de “dar para las colas” como recompensa o agradecimiento por conseguir agilidad en un trámite o proceso, hasta la solicitud explícita de cobros a cambio de evitar cumplir requisitos u obtener preferencias en diligencias, contratos o nombramientos han ido configurando el grado de descomposición social al que hemos llegado y que podría empeorar.

Así, desde los barrios hasta en las urbanizaciones de alta plusvalía, en ambientes laborales, educativos, deportivos y sociales, se suele callar ante la percepción de situaciones reñidas con la ley. Las justificaciones serán de todo tipo, sin embargo, el resultado es que como sociedad hemos ido permitiendo que avancen las actividades que dañan la sana convivencia, que provocan inseguridad.

Tal vez no se percibía que el avance silencioso de esa descomposición social llegaría a afectar a ciudadanos inocentes robándoles la paz y hasta la vida, a agentes del orden enjuiciados por usar el arma contra la delincuencia, y que ciudades y sus áreas de influencia acabarían siendo tan inseguras como una zona de guerra con líderes mafiosos imponiendo terror.

Como sociedad, se debe revisar lo actuado y corregirlo, desde la formación, para retomar el aprecio por la legalidad, por el deber ser, y recuperar la tranquilidad. (O)