La previsión que una sociedad hace para garantizar la protección de los individuos que conforman su fuerza laboral, dando acceso a la asistencia médica y proporcionar un ingreso en la vejez, desempleo, enfermedad, invalidez, accidentes del trabajo, maternidad o en caso de pérdida de la vida de quien sostiene a la familia es conocida como seguridad social.

Descuidar la sostenibilidad del sistema de seguridad social es demasiado riesgoso porque repercute en el conjunto de la población afiliada, jubilada y sus familias. Precisamente esto es lo que ha venido ocurriendo en Ecuador. Aunque algunos lo nieguen, otros no lo quieran percibir y una mayoría lo ignore o no le parezca grave, es preciso que se actúe ya para sanear la seguridad social.

El IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), a través de sus prestaciones –eficientes o no–, gravita alrededor de la vida de millones de familias. Tanto si hay corrupción en la compra de medicinas y falla su abastecimiento, si se dañan los equipos médicos y no son reparados, si no hay suficientes médicos o citas para cubrir enfermedades o emergencias, si los trámites para jubilación demoran, si el área administrativa tarda meses o años en dar respuesta a gestiones que se pueden resolver en solo días… como si la burocracia y sus defensores, que privilegian mezquinos intereses, permiten que personas inexpertas o ineficientes se perpetúen en cargos sin visos de poder ser reemplazados… todo ello es resultado de la poca importancia que se le ha conferido al IESS, pero esto debe cambiar.

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Se podría pensar que una inminente quiebra del IESS solo atañería a los afiliados y jubilados, pero no es así. Por cada afiliado hay una familia que dejaría de recibir las prestaciones que medianamente otorga la institución. Los aportes mensuales de los trabajadores, de los patronos y del Estado que han venido alimentando por décadas a esa institución no son poca cosa. La Asamblea Nacional está llamada a legislar con urgencia para remediar los males que aquejan al IESS. (O)