La presencia del COVID–19 puso a trabajar al mundo científico que produjo más de 30 vacunas, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) autorizó el uso de emergencia de solo diez.

En Ecuador, en marzo del 2020, el Instituto de Investigación Biomédica de la Escuela Politécnica del Litoral (Espol) presentó a la Corporación Ecuatoriana para el Desarrollo de la Investigación y la Academia un proyecto destinado a la producción de una vacuna contra el virus mencionado.

Un año después y con recursos de la Corporación lograron crear un prototipo de vacuna que ya se está probando en ratones y sí está generando anticuerpos. Esta es la primera fase del estudio para determinar el modelo que se puede aplicar para avanzar a la prueba clínica. No es la primera vez que el modelo elegido se usa para desarrollar vacunas.

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La proteína necesaria para el proyecto se cosecha en un laboratorio de la Espol y se la envía a la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE), que cuenta con ratones específicos para probar vacunas. En el proyecto participan, además, el Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (Inspi) y la Universidad de las Américas (UDLA). Aún faltan algunos pasos y los últimos tendrán que realizarse en laboratorios especializados fuera del país.

La falta de financiamiento ha retrasado el proceso, que hasta aquí se ha realizado solo con la contribución del Cedia y de las instituciones y personal especializado de la Espol y la ESPE.

Se busca que el resultado pueda aplicarse y ser útil para la circunstancia, pero más allá de eso, es importante demostrar, como lo hizo antes el Instituto Leopoldo Izquieta Pérez, que el país tiene capacidad para investigar, crear y mantener una línea de producción destinada a salvar vidas. Si el Estado y la empresa privada se interesan en invertir en proyectos similares, será un paso importante para la salud pública y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. (O)