Ecuador tiene una cita con la democracia participativa el domingo 20 de agosto con el fin de escoger a las autoridades que gobernarán el país hasta mayo de 2025. Ese día se elegirá presidente y vicepresidente de la República y a quienes conformarán la nueva Asamblea Nacional.

Dejando a un lado la carrera hacia Carondelet, que tiene ya un menú amplio de candidatos, le corresponde a la ciudadanía pensar también en los legisladores con los que deberá trabajar el nuevo primer mandatario durante casi año y medio.

Los habitantes del país han sido testigos de las recientes tensiones entre el Ejecutivo y la Asamblea Nacional debido a la escasa o complicada representación que han tenido los presidentes en ese poder, además de las cuestionables aptitudes y actitudes de muchos de los que se sientan en el hemiciclo del pleno y que llevaron al último Legislativo a ser el poder con menos popularidad (la última Asamblea tuvo una desaprobación de entre el 91 % y 96 %, según diferentes encuestadoras); criticado por falta de acción, acuerdos y compromiso para resolver los problemas que afectan al país.

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Es, por ende, una tarea muy importante analizar las opciones entre las que se escogerá a los nuevos asambleístas, ya que sus cargos tienen la responsabilidad de crear y analizar propuestas de leyes, cambiar otras y fiscalizar a los demás poderes del Estado.

Preparación y experiencia que respalden un futuro accionar, su desempeño en cargos anteriores –más si ya fueron funcionarios–, quiénes –partido y figura– los auspician, sobre todo porque en el sistema actual se pide votar por agrupación política (un voto para toda la plancha), tener cuidado con los ‘aparecidos’ o ‘mesías’, la representación por sexos, entre otras aristas, es lo que se debe analizar.

Es necesario también que las agrupaciones políticas (partidos y movimientos) presenten a la ciudadanía opciones calificadas para desempeñar un buen trabajo como legisladores, para que luego no haya decepciones en los votantes. (O)

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