Guayaquil vive uno de los periodos de lluvias más fuertes de los últimos años. Más de 30 sectores de la ciudad amanecieron ayer inundados por una fuerte tormenta que coincidió con un periodo de marea alta.

El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología indicó que la cantidad de lluvia acumulada en las últimas 24 horas en Guayaquil fue de 199,5 mm (l/m²), considerada una precipitación torrencial.

La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, indicó que también hubo deslizamientos de tierra, al menos tres colapsos estructurales y 37 calles y avenidas con acumulación de agua. Entre las zonas más afectadas estaban la ciudadela Urdesa, av. Juan Tanca Marengo, vía a Daule y Sauces. Una situación que sumada al paro de transporte público que estaba anunciado caotizó la ciudad.

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Viteri agregó que lo ocurrido fue un evento importante, grande y fuerte que puede repetirse hasta el sábado. Según el Inocar, hasta ese día la urbe soportará picos del nivel de agua que llegarán hasta 5,11 m de alto. Esto más las lluvias superan los desfogues de la ciudad.

Ante el escenario actual, que según el Municipio de Guayaquil está relacionado con el “cambio climático, que ocasiona un aumento del nivel de las aguas”, las autoridades salientes y las que tomarán el mando en mayo deben pensar a futuro en Guayaquil, una ciudad cuya vida siempre ha estado ligada al río.

Es urgente analizar qué soluciones puede haber para no depender siempre del nivel de la marea, un problema que otras ciudades del mundo han podido paliar con tecnología e ingeniería. El primero es la necesaria eliminación de sedimentos del río Guayas y sus dos afluentes (los ríos Daule y Babahoyo), una tarea todavía pendiente que ayudaría no solo a Guayaquil, sino también a cantones aledaños. En paralelo, hay obras complementarias que deben ser inmediatas y de las que a nivel técnico se ha hablado, pero no están ni en periodo de contratación.

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Los eventos naturales no se pueden evitar, pero sí prevenir sus efectos. (O)