La difícil situación económica que afronta la mayor parte de la población propicia que tanto hombres como mujeres en edad de trabajar, que no cuentan con un empleo adecuado, intenten algún emprendimiento para obtener ingresos, generalmente motivados por necesidad u oportunidad.

El emprendimiento es auspicioso para la sociedad, contribuye a la economía y al desarrollo personal. Cuando lo lideran mujeres tiene el valor agregado de que se orienta al desarrollo familiar e inspira a otras mujeres. En el Ecuador, el 47,7 % de los emprendimientos nuevos corresponde a mujeres. Y el 38 % de los negocios ya establecidos es liderado por ellas.

Es importante que mediante políticas públicas se dé soporte a esas iniciativas, pues según el Global Entrepreneurship Monitor Ecuador, publicado por la Espae en octubre del 2020, las principales razones de salida de los emprendimientos en el 2019 fueron problemas personales (32,7 %), falta de rentabilidad (25,2 %) y falta de financiamiento (16,6 %).

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Tales factores podrán encontrar soluciones al afianzarse la aplicación de la Ley Orgánica de Emprendimiento e Innovación, vigente desde febrero de 2020, que busca favorecer el ecosistema emprendedor, propiciando financiamiento, adecuadas capacitaciones con uso de herramientas tecnológicas y una mayor apertura en los mercados, que abarque motivar a la población y consumidores en favor de respaldar a los emprendedores.

Cuando el sistema educativo de tercer nivel del país atraviesa dificultades para acoger al total de los bachilleres que cada año aspiran a acceder a una carrera tecnológica o universitaria, se debería pensar, desde los ámbitos público y privado, en abrir una senda de formación para aquellos emprendedores empíricos que requieren refuerzos puntuales para que sus emprendimientos no fracasen. Con ello también se estaría contribuyendo a que mejore la calidad de vida de ese sector que se esfuerza para prosperar y que con su ejemplo estimula a otros en la búsqueda de espacios para desarrollarse. (O)