El ataque con explosivos va dejando de ser un hecho esporádico en nuestro país. Cada vez son más frecuentes los casos en los que se los usa para asesinar o enviar mensajes amenazantes. Es necesario frenar esta modalidad para evitar que se afiance, como los sicariatos.

Varios atentados con coche bomba, que tenían como objetivo causar daño a cuarteles, policías y militares, se habían registrado en la frontera norte, donde operan grupos irregulares armados. Ahora esta amenaza se trasladó al ámbito urbano. Guayaquil, Esmeraldas y Cuenca figuran entre las más afectadas. En otras localidades se explosionan cajeros automáticos.

En Esmeraldas y Cuenca, granadas y petardos se usaron para amedrentar, extorsionar y robar. Pero es en Guayaquil donde se concentran ataques más fuertes y frecuentes. La madrugada del 20 de febrero, desconocidos abandonaron, en Bastión Popular, el cadáver de un joven con explosivos en el cráneo que momentos después hicieron detonar. En marzo, en menos de una semana, cuatro viviendas en diversos sectores de esta ciudad fueron afectadas por artefactos explosivos.

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El 28 de abril, el ministro del Interior, Patricio Carrillo, calificó como “un acto terrorista” la explosión del coche bomba frente al Centro Regional de Privación de la Libertad del Guayas. Una semana antes, la Policía encontró cajas cargadas de explosivos afuera de la Unidad Judicial Albán Borja en Guayaquil. Y la madrugada de ayer, dos cargas estallaron en una urbanización de la vía a Daule.

El presidente Lasso anunció ayer que el próximo fin de semana viajará a Israel para solicitar en ese país más apoyo en seguridad. Hizo un balance preliminar sobre el estado de excepción focalizado que rige desde el sábado y mencionó que, para evitar que los jóvenes sean “capturados por las fuerzas del mal”, es indispensable mejorar las condiciones económicas del país.

Se impone una revisión profunda de las instituciones encargadas de la seguridad y sus procedimientos para lograr mayor eficiencia en los controles. (O)