Otro amotinamiento carcelario se produjo ayer en el centro de privación de libertad de Cotopaxi, lugar de reclusión de Leandro Norero, alias el Patrón, figura visible de un importante proceso por lavado de activos, de quien se presumió su muerte con base en un parte policial, pero las autoridades no tenían un reporte oficial al respecto.

El Servicio Nacional de Atención a las Personas Privadas de la Libertad (SNAI) informó a las 14:46, a través de redes sociales, con el aviso de ‘noticia en desarrollo’, que equipos tácticos de la Policía ingresaron a la cárcel y otros de las Fuerzas Armadas apoyaban en la contención en el perímetro externo, ante la alerta de los incidentes producidos en los pabellones de mínima y mediana seguridad.

Cerca de las 16:30, un equipo de este Diario constató que aún se escuchaban disparos en el interior y se veía humo.

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Los incidentes en la cárcel de Cotopaxi se produjeron en los pabellones de mínima y mediana seguridad

Las expectativas en torno a los amotinamientos recurrentes atraviesan varias capas sociales. Por un lado, la preocupación se genera porque reclusos y familiares se angustian ante la posibilidad de que unos acaben con la vida de otros y nadie responda. Por otro lado, la sociedad no puede desentenderse del problema cuando el sistema penitenciario no es capaz de garantizar la rehabilitación ni la vida de aquellos seres que de manera temporal han sido aislados para que cumplan una sentencia, a la vez que deben recibir asistencia y orientación para corregir el rumbo y ser personas de bien.

Como parte de ese proceso, el SNAI debe revisar que se les otorgue alimentación suficiente y adecuada; atención médica, psicológica o psiquiátrica, seguridad, opciones de nivelación en educación, acceso a actividades laborales, opciones recreativas y deportivas; comunicación telefónica con su familia –no acceso indiscriminado a celulares ni internet–, defensa y visitas para mantener lazos afectivos.

Se debe velar porque las prisiones cumplan a cabalidad con su función. Si la rehabilitación no se logra, no es de sorprenderse que los pillos se impongan dentro y fuera de las cárceles. (O)

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