Hace ocho años tuve mi última conversa con el ‘diablo’ en un parque de Santiago. Él mostraba su iracundia por la situación de su país y esa política transitando periódicamente entre crisis económicas, sociales y promesas electorales. Los casos de corrupción que salpicaba empresarios-política-Gobierno, con la democracia de rehén, lo enfurecían y obligaba a rebelarse contra el sistema, como quedó registrado en otro artículo del mismo nombre en este Diario.

Demagogia, incompetencia, corrupción, generan desencanto popular, polaridad, desidia social, violencia en la región; cada cierto tiempo estremece naciones, como el Perú estos sangrientos días. La culpa es compartida: por un lado dirigentes incapaces de gestar acuerdos que viabilicen la gobernabilidad para cumplir el contrato social; por otro, ese voto ciudadano símbolo de democracia, muchas veces cómplice de sus propios verdugos. El ‘diablo’ renuncia a su fe, su “libertad” de elegir, a ese “ajedrez” obligándolo a ser peón y darse jaque mate a sí mismo.

Consulta popular en Ecuador: ¿se cierra el ciclo de la antipolítica?

“Cada ser humano hará con su libertad lo que mejor le parezca, incluso puede elegir ser esclavo”, afirma Miguel Hachem. Libertad significa la capacidad de actuar sin presión ni obstáculo y libre albedrío es la facultad de decidir. Algunos optan por seguir en cautiverio. Gran número de ciudadanos presionados por hambre, deudas, miedo, desempleo y una infinidad de carencias, quizá no tengan la libertad emocional para decidir correctamente, sumado a la existencia de aspirantes a los cargos compitiendo en condición desigual.

El país desconfía de una clase política desacreditada y un Estado con varios poderes desarticulados y en conflicto.

La jornada electoral del 5 de febrero próximo en Ecuador se desarrollará en un clima de incredulidad. El país desconfía de una clase política desacreditada y un Estado con varios poderes desarticulados y en conflicto. Algunos funcionarios cuestionados buscan reelección, otros candidatos llegan con novedosas propuestas; usan el marketing tiktokero, el baile encantador, el regalo persuasivo. Hay quienes ofertan obras sin plan de financiamiento, nuevos desengaños.

El poder del pueblo

Pese a todo, debemos confiar en nuestra democracia y su convocatoria a elecciones seccionales, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) y al referéndum. No es perfecta, pero esta permite organizarnos, o por lo menos intentar hacerlo. El sufragio debe ser una herramienta para fortalecerla. Pero ello solo sucede al escoger dignidades probas, conocedoras que el ejercicio democrático no termina con su elección, sino se complementa al lograr acuerdos, unir fuerzas, cumplir lo ofrecido. Muchos no lo hacen. Minan la esperanza ciudadana, debilitan las instituciones y desajustan el Estado.

Como la voluntad del pueblo es la voluntad de Dios, se debe usar el voto para premiar o despedir a funcionarios, según su gestión; o nombrar caras nuevas con ideas prácticas, sin demagogia, desprovistos del actuar corrupto, personalista, esmerados en servir a la comunidad y no servirse de ella. Esa sería la mejor manera de renovar la esperanza, afianzar la democracia, devolver al ‘diablo’ su fe perdida, su ilusión de elegir y quitarle esas ganas de tentar al pueblo a explotar en las calles. (O)