Estamos agobiados frente a los múltiples problemas que enfrentamos como personas, ciudadanos, como familias, ciudad y país.

Y las respuestas son variadas: armarse, salir del país, plegarse a la corrupción, vender droga, ser parte de las bandas, mudarse de vecindario, acompañar candidatos políticos para asegurarse algún puestito posterior. Estudiar, buscar trabajo en lo que sea, poner guardias, cámaras de vigilancia, cerrarse detrás de rejas, muros y candados, comprar en las pequeñas tiendas de barrio que salen como una cadena de supernegocios, comprar la lotería, hacer marchas, huelgas de hambre, no salir, criticar en las redes, no ver los noticiarios, subir paredes, acompañar a los hijos a la salida y entrada a las escuelas y colegios, tener perros bravos, comunicar siempre dónde estamos. Mirar a todos lados, no responder a nadie que me hable en la calle, en la tienda, en la parada del bus. Esconder los celulares en el zapato, comprar un bate de béisbol y tenerlo atrás de la puerta, poner alarmas. En el fondo se trata de sálvese quien pueda. Y bien, hay que de alguna manera parar, bloquear esta realidad. Y nadie podrá hacerlo solo.

Y quizás sea hora de que el ciudadano común, todos nosotros, nos pongamos de pie y digamos no va más. Esto lo detenemos entre todos.

Vamos a vencer el miedo, trabajar por la equidad, iluminar las calles y la vida...

Esa es la propuesta de los barrios de paz. Conquistar espacios en la ciudad, donde con intervenciones transversales masivas de diferentes actores de la sociedad, Municipio, policías comunitarios, organizaciones de la sociedad civil, academia, empresas públicas y privadas, artistas, escuelas y colegios de la zona, jueces y promotores de paz, investigadores y comunicadores, deportistas, médicos y coordinadores barriales democráticamente elegidos, boletines y periódicos, microempresas comunitarias, bibliotecas y lugares de esparcimiento, lugares de acogida, de tratamiento de adicciones, guarderías y casas diurnas de atención a personas mayores, banco del tiempo que funciona con la moneda del tiempo y se intercambian habilidades en lugar de dinero, centros de capacitación artesanal y técnica se reconquisten los espacios barriales que son nuestros. Con centros de espiritualidad ecuménicos, donde se respeten todas las manifestaciones religiosas y con atención y acompañamiento permanente a quien lo solicite o requiera.

Es complejo cuando estamos lidiando con carteles de la droga, pequeños, medianos y grandes, pero no es imposible. Requiere organización y apoyo en recursos, entusiasmo y ganas, apoyo de organismos nacionales e instituciones internacionales, pero debemos embarcarnos en esa apuesta, porque nuestro presente y nuestro futuro está en juego. Y podemos juntos descubrir que, organizándonos, respetando procesos, solucionado problemas, otro mundo diverso, inclusivo es posible, sin que las mafias marquen nuestro destino colectivo y personal.

Debemos recuperar la alegría, la esperanza y la tranquilidad. No será un regalo, será fruto de un esfuerzo mancomunado y comunitario. Pero vamos a vencer el miedo, trabajar por la equidad, iluminar las calles y la vida, reencontrarnos, aprender unos de otros, pagar el precio de merecernos vivir donde vivimos, utilizando el plural para hablar de nuestros barrios y ciudad: Nosotros lo hicimos. (O)