La vicepresidenta electa de Colombia, Francia Márquez Mina, afrodescendiente, conocida defensora de los derechos humanos y del medioambiente, en una entrevista que mantuvo con la periodista Claudia Palacios de Canal 1, dejó en claro, con su respuesta, el arraigado clasismo que aún persiste en las élites y que se reafirman y reproducen en las relaciones sociales, lo cual se advierte, lamentablemente, con bastante frecuencia en la realidad colombiana y en la de muchos otros países latinoamericanos, donde aún hay rezagos de un sistema hacendatario en el que el gamonal considera que el indio no puede pensar ni valerse por sí solo y requiere del blanco, del cura, del policía para que hablen por él. Vaya ignorancia, vaya prepotencia o como diría Facundo Cabral: ‘pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo’.

Recordemos, la pregunta de la periodista fue: ¿Usted se va a mudar a esa casa que queda a una cuadra al occidente del Palacio de Nariño (inmueble destinado para quien ocupa el cargo de vicepresidente de la nación) o si eso no hace parte de lo que usted denominaba vivir sabroso? Ante esa interrogante, Francia Márquez, con gran lucidez y aplomo, le explicó a la comunicadora el alcance de la expresión: ‘vivir sabroso’, frase que, por otra parte, identificó a la reciente campaña electoral del Pacto Histórico y que llevó a Gustavo Petro con el 50,44 % de los votos, a la Presidencia de Colombia, al superar al populista Rodolfo Hernández y catapultar, además, por primera vez, a la izquierda al poder Ejecutivo.

Vivir sabroso, dijo Francia Márquez, para una persona que viene de la pobreza, que ha sido víctima de la violencia, del racismo, la exclusión permanente y del desplazamiento forzoso, no se traduce en la búsqueda del poder para gozar de privilegios como el uso de una casa presidencial o tener un cerco humano de seguridad las 24 horas del día. Eso no define a esa idea, sino –más bien– la posibilidad de modificar el establishment y crear las condiciones para alcanzar un crecimiento y desarrollo con mayor equidad.

Así, para entender el concepto que subyace en esa expresión que penetró en el electorado, la vicepresidenta electa insistió en que hay que comprender primero al pueblo negro desde la dimensión étnico-cultural. De ahí que vivir sabroso no tenga que ver nada con canonjías, sino con ‘vivir sin miedo, con dignidad y garantía de derechos’, así como ‘...garantías de seguridad, sin la presencia de gente armada’.

Esto es importante tener presente en un país, como Colombia, donde la pobreza monetaria llega al 39,3 % y la pobreza multidimensional en las zonas rurales supera el 31,1 %. Por eso, Gustavo Petro ha dicho que, a través de un gran acuerdo nacional, pretende instaurar una democracia pluralista, donde quepan todos indistintamente de su afinidad ideológica o partidista, color de la piel, religión o actividad económica.

Los desafíos por dinamizar a la cuarta economía más grande de Latinoamérica están ahí. Se ha dicho hay que producir, es decir, activar en principio al sistema capitalista, para luego redistribuir la riqueza en un país sediento de paz, reconciliación y de justicia social. (O)