Debe ser consigna y compromiso que nuestras decisiones y acciones –como país y sociedad– lleven a ese objetivo.

Verdad es que no se debe ser ingenuo ante riesgos que pueden percibirse, pero es inadmisible que lleguemos hasta “los miedos” y en estos quedemos cuasi-congelados, porque, de no vencerlos se harán mayores, como los serían los perjuicios que arrastren.

En la información de riesgo país en la región, excluyendo Cuba y Nicaragua, de los que no hay información confiable, pero su deuda es calificada de CCC-, al cierre del primer semestre del 2022, invertido el orden, el Ecuador fue el tercer país, primero Venezuela, con 33.347 puntos, luego Argentina con 2.434 puntos y tercero, el Ecuador, con 1.173 puntos (los países vecinos, Colombia con 422 y Perú con 219). En el caso del Ecuador, a mediados de agosto del 2022 se llegó a algo más de 1.450 puntos.

Procesos como el de la consulta, de por sí, no son soluciones, aun cuando se señale su conveniencia.

Antes de la elección de Lasso en abril del 2021, se movía por encima de 1.000, pero con su elección disminuyó a 719 puntos: esperanza con optimismo. ¿Qué pasó? Se desbordaron las distancias y la confrontación pasó a ser lo dominante.

Se privilegió la presentación de la economía bajo los lineamientos del Fondo Monetario Internacional, que usualmente lleva a no reflexionar que son esenciales las macrocifras de un país, pero la sensibilidad real casa adentro está en las necesidades, sobre todo urgencias, insatisfechas; y, estas, desde el correato, a pesar de los altos niveles de recursos, que en su tiempo acumuló, a la llegada de Lasso al poder, no tenían los debidos sustentos financieros. No se dieron las atenciones que generaron reclamos individuales y colectivos, y sobre estos se montaron los que quieren cosechar por la violencia, cuyo extremo fue la pretensión de sacar del poder a Lasso.

Las diez preguntas definitivas para la consulta popular se conocerían la próxima semana, aseguró el ministro Francisco Jiménez

La crisis de la salud en atención y en medicamentos, el endeudamiento interno no registrado en la contabilidad fiscal porque no está facturado ni está auditado, la ineficiencia dominante en entidades como el IESS, los perjuicios a las entidades financieras de seguridad social, son males que requieren –en varios casos– decisiones que no pueden quedar para tiempo indefinido, sin perjuicio de también trabajar en soluciones estructurales.

La conducta de algunos lleva a recordar el cuento agrio del sujeto que busca relacionarse sexualmente con una persona enferma, y lo explica “mi cónyuge me traiciona con un amigo, y yo quiero contagiarme, para contagiarle a ella y que esta contagie a aquel”. Así podría entenderse la conducta de algunos actores políticos: para que el Gobierno tenga problemas, no importan las consecuencias.

El Gobierno no debe caer en confrontación, sino identificar las urgencias que más afectan a la población y los problemas en que hay que superar etapas –por ejemplo, las auditorías para verificar los niveles reales de deuda, aun cuando haya que diferir los pagos, para luego programar estos–.

Procesos como el de la consulta, de por sí, no son soluciones, aun cuando se señale su conveniencia. El riesgo de su politización es mayor por las elecciones seccionales y del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. (O)