Las élites nos sacaron de la Edad Media y nos metieron en la Ilustración, fueron las mismas élites que nos llevaron a la Edad Moderna. Son las élites las que han forjado un mundo global y conectado. En el Ecuador, las élites impulsaron su independencia de España y han sido gravitantes en el devenir de nuestra vida republicana. Las élites, en definitiva, con sus aciertos y errores, son un catalizador para avanzar.

Los momentos que se viven hoy deberían ser un llamado a la conciencia de las élites. ¡Es un despertador!

Hoy en el Ecuador todas las élites están llamadas a cumplir un rol protagónico para la prosperidad del país. Las personas más reconocidas y quienes más se han especializado en los ámbitos académicos, políticos, sociales, culturales, deportivos, militares y empresariales podrían asumir la responsabilidad de elevar la vara del entendimiento, de la conducción del país, del análisis y de las soluciones concretas y ponerlas a disposición de los tomadores de decisiones. Visionar un rumbo, inspirarlos, pero sobre todo educar y facilitar.

En los últimos tiempos la mayoría de las élites de Latinoamérica se han acomodado al cortoplacismo, se han quedado en la superficialidad, en sus propios intereses o no han querido asumir la responsabilidad de impulsar un cambio profundo. ¿Cómo se explica que en Colombia, inundada de venezolanos, haya ganado Petro, un presidente con un pensamiento similar al del chavismo? ¿Cómo es posible que en Chile, con el nivel de crecimiento que ha experimentado gracias a las políticas de libre mercado, haya ganado Boric? O quizás, tiene razón el famoso periodista estadounidense Walter Lippmann quien afirmó: “Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando”.

Es el momento en Ecuador para que todas las élites den un giro a su forma de ver la realidad y se pongan en los zapatos de la gente humilde sin oportunidades, trabajadora, valiosa, que fruto de la inseguridad, pandemia e inflación mundial se ve afectada en su calidad de vida. Es el momento para repensar el liderazgo, no solo en la forma sino en el fondo. Para juntarse y trabajar unidos. Si no las mayorías seguirán siendo presa fácil de los discursos mesiánicos del ‘progresismo’.

Es indispensable un discurso claro y sencillo que entiendan los pobres, que los conecte con una visión, que transmita mensajes que todos comprendan de cómo el país va avanzando. A muchos no les importa o no entienden qué es el riesgo país o el déficit fiscal. Para ellos lo más importantes es el acceso a salud, que sus hijos tengan qué comer, dónde estudiar, entre otras carencias. Es importante equilibrar las necesidades vitales con las esenciales de largo plazo. “En el largo plazo todos estaremos muertos”, como bien lo dijo el célebre economista J. M. Keynes. Necesitamos un país insertado en la modernidad, abierto al mundo, con una macroeconomía sana; pero no es menos cierto que tenemos que caminar un proceso y sobrevivir al mismo, en democracia, respetando la ley y la libertad.

Los momentos que se viven hoy deberían ser un llamado a la conciencia de las élites. ¡Es un despertador! La turbulencia ocurre cuando confluyen el dinamismo, la incertidumbre y la complejidad. La historia ha probado que los entornos turbulentos son una oportunidad de oro para un cambio. ¡Hay que aprovecharla! (O)