Es una de las mujeres más poderosas del planeta. Sus decisiones afectan a millones de personas, no solo de su país sino también de su comunidad y del resto de naciones que dependen de ella, que son muchas. No tiene el carisma de una influencer ni es provocadora como una rapera. Es una persona sencilla en cuyo armario solo hay trajes apropiados en los que no desperdicia un solo pensamiento. Es una mujer reservada que habla poco y hace mucho.

Hay quienes la admiran desde la gratitud, como los refugiados a quienes abrió las puertas de su país hace algunos años. Entonces surgieron enemigos acusándola de pervertir el ideal blanco y cristiano de la “patria”. Pero ella, Angela Merkel, sabe que el bienestar de Alemania ha sido posible solo gracias al esfuerzo constante por construir puentes de luz sobre los oscuros abismos del pasado nazi.

Leo una entrevista con sus biógrafos: el católico Volker Resing (Angela Merkel, la protestante, 2009), el periodista Andreas Rinke (Enciclopedia Merkel: la canciller de la A a la Z, 2016 y actualizándose en la versión digital), Julia Schramm (ex-Pirata, hoy candidata de la Izquierda), autora de Cincuenta sombras de Merkel (2016), y dos pioneras en la exploración del fenómeno Merkel: Evelyn Roll (La muchacha y el poder, 2001) y Jacqueline Boysen (Angela Merkel: una biografía entre dos Alemanias, 2001). Entre bromas y nostalgias conversan sobre esta alemana del Este quien logró prevalecer, en solitario, sobre políticos hombres, católicos y occidentales. Hija de un pastor luterano que a las preguntas de un biógrafo de su hija respondió: “Ella es perfectamente capaz de hablar por sí misma”, también sabe callar a la hora de evitar conflictos, algo que aprendió durante la dictadura comunista para salvarse de la Stasi.

Angela Merkel se ha pasado la vida rompiendo moldes: estudiante brillante doctorada en Física, dirigió durante 18 años un partido tradicional, “de hombres”, y encabezó su modernización; jugando limpia y despiadadamente, escaló a la cima del poder; como científica no defiende “teorías” sino que experimenta (con cautela de alemana conservadora); como cristiana, propugna valores como la solidaridad, pero también se ha visto obligada a defender causas menos nobles. Angela Merkel lleva 16 años liderando Alemania y ha definido las reglas del juego de la Unión Europea. Como una invencible amazona, ha sabido llevar las riendas de un caballo brioso. Es, no solo según la revista Forbes, “la mujer más poderosa del mundo”. Ha cometido errores (hay quienes no se cansan de repasar la lista), pero a ojos de migrantes que hemos sufrido de primera mano presidentes corruptos, ignorantes, ineficientes y malintencionados, la canciller alemana nos parece, no solo por comparación sino por mérito propio, una líder honesta, preparada, sensata y, por sobre todo, digna. Con la misma dignidad con que ha gobernado y sobrevivido al poder, se prepara para abandonar su cargo este otoño. Me alegra la perspectiva de que la suceda otra mujer, Annalena Baerbock, representante del partido Verde. Pero nadie olvidará nunca a Angela Merkel, una mujer que no ha sido perfecta sino algo mejor: extraordinaria. (O)