Llegué a Ecuador hace poco más de un año, cuando el mundo y el país enfrentaban la crisis generada por la pandemia. Había escuchado sobre la belleza de los paisajes del país y la amabilidad de su gente. Tenía mucha curiosidad sobre cómo un país con relativamente poca extensión podría albergar tanta diversidad. En pocas semanas me di cuenta de que había llegado a un lugar excepcional: uno de los 17 países reconocidos a escala global como megabiodiversos, es decir, aquellos que albergan el mayor número de especies vegetales y animales de la Tierra.

Sin embargo, este paraíso está en riesgo. El aumento en la temperatura y el cambio en los patrones climáticos ya afectan a Ecuador. La intensificación del fenómeno de El Niño incide sobre la producción y el costo de los alimentos. Entre 2014 y 2019, Ecuador sufrió más de 2.200 inundaciones, que afectaron a cerca de 34.000 personas. Se proyecta que, para el 2025, el país podría perder 5.600 millones de dólares a causa de eventos extremos meteorológicos generados por el cambio climático. En los últimos 30 años, ha perdido cerca del 50 % de sus glaciares, que son las reservas de agua para nuestra salud y bienestar.

La capacidad de producir alimentos también está en riesgo. La agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático, pues el aumento de la temperatura reduce la producción de los cultivos y provoca la proliferación de plagas y enfermedades. El impacto afecta a toda la población, pero es más agudo para quienes viven en la pobreza, para los pueblos indígenas y las comunidades que dependen de la agricultura, la pesca y la caza, y para las mujeres, las niñas y los niños, quienes tienen menos acceso a los recursos y menos espacios en la toma de decisiones.

Si se mantiene la trayectoria actual, hasta 2050, la temperatura media anual subirá entre 0,9 °C y 1,7 °C, con mayores cambios en la Amazonía y Galápagos. Se espera un aumento promedio nacional de 2 °C hasta el fin del siglo. Plantas, animales, insectos y ecosistemas que son la fuente de supervivencia para la humanidad desaparecerían. El aumento del nivel del mar pondría en riesgo a varias ciudades costeras del país, especialmente a Guayaquil, que es la cuarta ciudad más vulnerable a este problema en el mundo.

Sí, las cifras son alarmantes. Los Gobiernos, la sociedad civil, la academia, el sector privado, todas y todos podemos limitar el calentamiento global y promover una recuperación económica sostenible. La solución está en nuestras manos si adoptamos un estilo de vida con menor impacto en el medioambiente. La voluntad común de acción conjunta ayudará a salvar nuestro planeta.

El secretario general de la ONU señaló recientemente, a las puertas de la Conferencia sobre Cambio Climático, que “no es demasiado tarde para cumplir la meta de 1,5 grados”, pero la inacción “nos condenaría a un infierno”. Ecuador avanza en sus esfuerzos para luchar por su supervivencia y en este camino no está solo. En el aniversario 76 de las Naciones Unidas, los valores que impulsaron su creación están vigentes en la defensa del planeta. Hemos forjado una agenda común, que permita acelerar los acuerdos multilaterales, como el Acuerdo de París y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y lograr una diferencia tangible en la vida de las personas. Quiero seguir disfrutando, recorriendo y sirviendo a este país, pero, sobre todo, espero que las futuras generaciones también puedan hacerlo. (O)

* Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en el Ecuador, con ocasión del 76.º aniversario de la ONU.