A los actuales asambleístas no hay que insultarlos, hay que aplaudirlos de pie. Y, si se puede, ovacionarlos. Son la mejor muestra de lo que es el populismo puro y duro. Sus acciones, discursos y decisiones sirven de caso de estudio.

Particularmente, en las últimas tres semanas, se han lucido. Aprobaron, en medio de discursos apasionados y emotivos, una amnistía para un montón de gente, entre ellos investigados por vandalismo, destrucción de bienes públicos, asociación para delinquir… Algunos de sus perdonados tenían grillete en sus tobillos, porque los jueces –esos señores que deben impartir justicia (¿?) y que no presionan para que esta se ejerce en tiempos prudenciales– consideraron que había razones para sospechar que cometieron delito.

Luego, como buenos ofertantes de mentiras e ilusiones, dieron paso a la ley que permite el aumento de sueldos a los profesores. ¡Qué capacidad de investigación y de planificación! Les dicen a los profesores, que con razón quieren ganar más, no se preocupen, su pedido es acogido, nos les hemos fallado, estamos con ustedes.... Pero se olvidan del resto del país. Para ellos no existen baches fiscales, necesidad de financiamiento externo, impuestos adicionales que pagan quienes tienen trabajo y ajustan más su cinturón.

Tampoco recordaron la norma constitucional que exige que para afrontar un gasto deben existir ingresos fijos. Parecen no estar enterados de que seguimos en una pandemia y que las cosas no andan bien desde hace un mes entre Rusia y Ucrania (y junto a este último país, Estados Unidos y la Unión Europea). Magistralmente lanzan el problema al Ejecutivo, para tener a quien señalar con el dedo, a quien culpar, de que supuestamente los olvidaron. Más de uno gritará apasionadamente: “Nosotros sí los apoyamos, miren quién les dio la espalda”.

La tercera lección es la mejor y la que siempre se repite, por su efectividad, y se denomina cómo ser político de la toma y daca. A la llamada partidocracia se la aniquiló, entre otras razones, por estas prácticas. Vino el socialismo del siglo XXI y la cosa cambió, ya no se repartió solo entre los mismos, sino entre unos cuantos más (basta mirar casos como el de Odebrecht o la lista de instrucciones fiscales abiertas o de exámenes en la Contraloría General del Estado) y ahora el presidente Lasso denuncia parte de los pedidos de los legisladores a cambio del voto por el proyecto de Ley de Inversiones.

Sin duda, hay que admirarlos por ser el fiel reflejo de una política vacía de ideas, de propuestas, de interés real por el país, por los ecuatorianos y por todos quienes viven aquí.

Debo confesar que cuando vi las denuncias del presidente, lo único que pensé fue que será encantador ver un debate sobre la inmunidad parlamentaria frente a esto. Y también me puse a pensar por qué no ayudamos a parar estas prácticas, con campañas educativas en las provincias de los asambleístas que sin una gota de vergüenza piden dádivas por cumplir con su trabajo, a ver si en algo ayuda a detener a quienes se denominan políticos. (O)