Durante la tercera semana de marzo, la ciudad de Ambato afrontó la suspensión del servicio de transporte público urbano. A diferencia de otras décadas, la ciudad funcionó con relativa normalidad. Entre los aspectos por considerar están que el Ministerio de Educación reportó que la asistencia a sus aulas fue sobre el 90 %, el comercio y las labores cotidianas continuaron sin mayor interrupción.

Lo acontecido puede leerse desde lo suigéneris que resulta una aparente normalidad en medio de la suspensión de un servicio básico. Hoy se cosechan los frutos de algunas medidas, entre esas la sectorización escolar, que permite que las personas queden (aparentemente) confinadas a los servicios educativos cercanos a sus casas. Sin embargo, queda por analizar qué pasa con ese restante 10 % de estudiantes que reportaron ausencia a clases presenciales por vivir lejos del establecimiento educativo.

Tras reunión con alcalde, transportistas no llegaron a un acuerdo y continuarán con la paralización de servicio

La normalidad en los servicios se explica por la distribución de varias oficinas a lo largo de la urbe que atienden a la ciudadanía cerca de sus domicilios. Aspectos que a propósito de la situación de paro de transportes deberían ser evaluados para pulir y potenciar las oficinas descentralizadas de servicios públicos y privados.

El transporte alternativo a los buses funciona adecuadamente, incluidos los servicios de taxis y buses escolares que suplen la ausencia de transporte masivo. A aquello hay que añadir que el número de automóviles por familia se incrementó sustancialmente en los últimos años, aunque el crecimiento poblacional no alcanzó las proyecciones establecidas hace diez años.

¿Pero en qué consiste el reclamo de los dueños del transporte público urbano de la ciudad de Ambato? Al igual que en otras épocas, el pedido se centra en el incremento de los valores que se cobran a la ciudadanía por acceder a este servicio. No obstante, el cálculo exacto de cuánta utilidad genera una unidad (diaria y mensualmente) es en la actual circunstancia una especie de elucubración, pues horarios, flujos de pasajeros y reporte de ingresos resultan imposibles cuando la modalidad de pago es en moneda fraccionaria. De tal manera que el principal indicador de cálculo (cuánto recaudan diariamente los buses) resulta incierto.

Paro de transportistas en Ambato alteró la rutina de ciudadanos para llegar a sitios de trabajo

De ahí que es importante aprender de otros espacios urbanos donde el pago electrónico resolvió la ausencia de datos sobre recaudaciones. Por ejemplo, en varios países vecinos, el pasaje se registra con una especie de tarjetas de débito que se pueden adquirir en bancos y puntos de expendio. Dicho sistema permite que se mida al centavo y se fiscalice cuánta ganancia o pérdida generan las unidades y rutas de transporte. Con esos datos se generan bolsas financieras comunes, se negocian subsidios y se establecen impuestos.

Pero la implementación de sistemas que detecten los datos exactos requiere de una inversión compartida con el Estado, de la concurrencia de personas capaces de pensar alternativas y de la voluntad política que permita salvar las diferencias y detectar que lo que construye ciudades son los acuerdos y propuestas inteligentes. No avanzaremos mientras prime la sinrazón, el cálculo oportunista, el deseo de figurar teatralmente. (O)