El concepto de trilogía se usa para calificar tres obras, sean estas películas, novelas o cualquier otra forma de expresar una cierta temática, en la cual esas tres obras están conectadas y son parte de un todo.

En el cine, por ejemplo, del cual no soy para nada experto, existen trilogías famosas que todos conocen: Star Wars, el Señor de los Anillos y Matrix, entre muchas otras.

En la triste vida política latinoamericana se ha redefinido el concepto de trilogía: hay una trilogía putrefacta y perpetua TPP, que no tiene fin: Cuba, Venezuela, Nicaragua.

Sí, esa trilogía tiene sus extensiones, pero que no alcanzaron la perversidad y nivel de crueldad de aquellas tres: en el Ecuador jugaron a ello, en la Argentina, en el Brasil, y en Bolivia también experimentaron con elementos de la trilogía.

Y quienes jugaron en el Ecuador este perverso papel de acólitos de la TPP fueron a Cuba y lloraron con más fuerza frente a la tumba del tirano fundador que el llamado de Jeremías 9:16-17 a las plañideras. Y le regalaron casas a ese gobierno, para ayudarlo a afianzarse en el poder y seguir aplastando, cual pobres insectos, al pueblo cubano. Y fueron también cómplices del tráfico humano, y de nuevas formas de esclavitud, cuando aceptaron que médicos de ese país vengan, pagarle por el supuesto trabajo de ellos al gobierno cubano una cantidad y que el gobierno cubano se tome la mayoría de ese ingreso. Y todo esto con nuestros impuestos, nuestros recursos, para que con nuestros impuestos se siguiera oprimiendo al pueblo cubano.

Y hoy, en esta trilogía que tiene la característica de no acabar, de reinventarse, Cuba, la pionera, la semilla del mal, escribe un nuevo capítulo de horror, cuando su pueblo, harto de la miseria y la opresión, sale a la calle, y es reprimido con toda la fuerza de las tiranías perversas, y donde el déspota sin alma que funge de presidente llama abiertamente a la confrontación.

Y en Nicaragua, donde ciertos elementos que contribuyeron a las políticas antes mencionadas de la FaRC fueron guerrilleros, acaban de inventar la acusación perpetua: basta ser posible candidato de oposición para terminar acusado. Y en Venezuela, el tirano busca distraer más al país de los temas esenciales pidiendo la extradición de líderes de oposición en el exilio.

Esta trilogía, que ha reinventado el género literario-cinematográfico al no tener fin, se vuelve ‘infinitología’. No acaba, ¡no! Ellos jamás se van, no entregan el poder, no están estos perversos capítulos de la más cruel infinitología latinoamericana hechos para tener un fin.

Pero lo más triste no es solamente lo que pasa en esos pueblos. Es más todavía lo que pasa en aquellos países donde se sigue mirando hacia ese eje del mal, donde fuerzas obscuras movidas por agendas que salen de esa TPP conspiran, salen a las calles, incendian edificios, estaciones de metro, de buses, saquean locales comerciales, y van encaminando a sus sociedades poco a poco a ser nuevos capítulos de la infinitología narrada aquí, que está haciendo que Latinoamérica cada vez sea menos el “continente de la esperanza” y se vuelva el continente de la desesperanza. (O)