“Nos enteramos de todo y no sabemos de casi nada”. La frase no es mía, sino de Julián Kanarek Garibaldi, brillante pensador uruguayo dedicado a la comunicación política que ha participado con buen suceso en algunas campañas de posicionamiento y triunfo de candidatos en Centro y Sudamérica. Lo conozco y ahora mismo disfruto de la lectura de su último libro, Trascender el reactivo, en el que compila reflexiones sobre la “concentración discursiva, indignación y respuesta en la democracia contemporánea”. Una democracia atravesada hoy por la comunicación digital y todo lo bueno, malo y feo que se pueda hacer con ella.

Pero ¿qué es ese “todo” que nos deja “casi nada” a lo que se refiere Kanarek? Él lo explica: “Una concatenación de acontecimientos, más cercanos o más lejanos, llena nuestras pantallas, nuestros audífonos, nuestros muros. Nos informamos (¿nos informamos?), nos indignamos, nos organizamos, protestamos, denunciamos. Nos olvidamos”. Sus reflexiones, más allá de lo político que es su naturaleza, las siento aplicables a toda una diversidad de momentos de la sociedad actual, tan apabullada por tsunamis de datos e informaciones que hoy más que nunca llegan en crudo al consumidor final, que a ratos cree heroico haberse saltado instancias de selección, filtro e interpretación.

Vemos y lamentamos ahora mismo un listado que parece interminable de casos diarios de sicariato en Guayaquil y cantones cercanos. Cada día, hasta una docena de veces, suenan las alertas que anuncian un nuevo crimen, que la fuerza pública suele describir como “ajuste de cuentas”, membrete que parecería justificarlo. Es como ver crecer el pelo un centímetro diario, hasta el momento en que deje de llamar nuestra atención, cuando quizás ya domarlo va a ser muy complicado o quizás irreversible y tal situación dé el salto a lo cotidiano.

Más allá de lo eminentemente policial y del registro de los casos, esta sociedad necesita con urgencia que esos fenómenos que surgen de actividades como el narcotráfico sean abordados con mayor profundidad, se debatan y alcancen estrategias inmediatas, mediatas y de largo plazo para contenerlo, combatirlo y controlarlo. No hoy, no mañana, sino en procesos que pueden tomar meses y años.

Los niveles de información a los que nos está sometiendo en Guayaquil la crisis de los sicariatos son apabullantes, asfixiantes. A ratos parecería que no hay ya nada que hacer, sino acostumbrarse, como ocurrió en la vecina Colombia, con miles de secuestros extorsivos de la guerrilla, o decenas de cuerpos que flotaban al amanecer en el río Magdalena, por acciones de insurgentes o paramilitares.

Termina sucediéndonos algo a lo que Kanarek llama ‘censura por exceso’. Y vuelve a explicar: “Es tanta la información a la que tenemos acceso que terminamos seleccionando consciente o inconscientemente solo un recorte de la realidad y ese recorte muchas veces está potenciado por los mecanismos de los algoritmos”. Mecanismos de la inteligencia artificial que están decidiendo por usted muchas más cosas de las que nunca ha permitido a nadie, sin que se dé cuenta y con una tácita aprobación al hacer clic. Vale meditarlo. (O)