Esta semana, el presidente Guillermo Lasso anunció en la COP-26 en Glasgow, la ampliación de la reserva marina de Galápagos en 60.000 km2.

Se trata de un esfuerzo enorme de nuestro Gobierno por proteger las Islas Galápagos, ese paraíso de la biodiversidad único en el mundo.

Pero mientras el mundo aplaude de pie, no tardarán los gremios de pesca artesanal de galápagos y los proveedores locales de la flota depredadora china (que tendrá que retroceder unas millas) en protestar y utilizar sus ya conocidas prácticas de presión para intentar revertir la medida.

Por cosas del destino, me tocó estar justo en Galápagos cuando el Gobierno ecuatoriano hizo este anuncio, y he considerado justo y necesario compartir con usted, amigo lector, la alegría y esperanza que el mismo ha generado entre guías, pangueros, tripulación de barcos turísticos, operadores y en general, todas aquellas personas que de una u otra manera, trabajan día a día por conservar este tesoro de la humanidad.

Y aprovechando mi corta estadía por estos lares, he considerado oportuno preguntar a los involucrados, ¿cual es un problema por resolver en Galápagos?

En primer lugar, y debo confesar que no me esperé esta respuesta, agua potable y electricidad.

Sí, estimado lector, agua potable y electricidad. Las islas encantadas, el más grande tesoro turístico del Ecuador, patrimonio de la humanidad, clama por agua potable y electricidad.

Que el agua potable no es potable, y por ello, es causa de muchas enfermedades en su población. Y ojo que esto no tiene nada que ver con Galápagos, sino con un estándar básico de calidad de vida: el acceso a agua potable.

En cuanto a la electricidad, las islas obtienen su electricidad a través de generadores eléctricos; y me contaron que para evitar que estos colapsen, debido al incremento de población, de hoteles y en general, de la actividad turística y comercial en las islas, se compraron molinos para generar energía eólica. Lamentablemente, estos no fueron ubicados en los lugares de mayor generación de viento, que estaban previa y científicamente identificados, sino en otros, con escaso viento, para favorecer a su o sus propietarios.

También me trasladaron su preocupación por el palangre; que aunque se supone que la pesca con palangre no está permitida en Galápagos, en la práctica sí existe y hay temor por fuerte corriente, con intereses de por medio, que busca legalizarla, seguramente, con el cuento de la supervivencia de los pescadores artesanales.

Y como el actual ministro de Ambiente, Gustavo Manrique, además de ser muy capaz, experimentado y realmente comprometido con la protección del ambiente, es mi amigo, aprovecho esta columna para pasarle esta información que, estoy seguro, será de utilidad para las importantes funciones que tiene a su cargo.

Cuidar y proteger las Islas Galápagos es una obligación de la humanidad, pero fundamentalmente, de los ecuatorianos que hemos sido bendecidos con ellas.

Por tal motivo, todo que se haga por Las Islas Galápagos, vale la pena y merece nuestro apoyo irrestricto. Desde esta columna nos comprometemos a hacerlo. (O)