Recientemente, por la crisis de seguridad y carcelaria, se ha visto al presidente del Ecuador con otro talante, tomando enérgicas decisiones, mostrando ser un líder que comanda y que hace lo necesario para acabar con un problema grave que afecta a los ecuatorianos. Su actitud y accionar renueva la confianza de muchos ecuatorianos. En lo particular, me ha dado pie para una profunda reflexión sobre el valor de las crisis.

Definitivamente, una crisis es una situación difícil y decisiva que pone en peligro la vida tal y cual la conocemos. Frente a la crisis solo hay dos posibilidades: dejarse llevar por ella o la asumirla con decisión y la gestionarla, surfear la ola o dejarse revolcar por ella, diría un surfista.

Un escenario grave puede marcar el punto de inflexión para el declive, ser el punto de partida de un renovado liderazgo y para un cambio de valores. Puede ser la oportunidad que todos esperábamos para por fin unirnos, para sumar poderes y voluntades.

Organizar y decidir

Crisis como la pandemia de COVID-19 sacaron lo mejor de los ecuatorianos: renovados valores, como el trabajo en equipo, la solidaridad, la espiritualidad, la generosidad, la familia, e hicieron de la salud y el bienestar un eje central en la vida de muchos.

Frente a la crisis solo hay dos posibilidades: dejarse llevar por ella o la asumirla con decisión y la gestionarla, surfear la ola.

Una crisis muestra de verdad a las personas, quiénes son en el fondo, si solo se sirven de la crisis para su intereses personales o si también se suman para apoyar a solucionarla en beneficio propio y de todos. Una crisis saca a flote lo mejor de muchas personas, en ellas afloran la creatividad por la necesidad urgente de cambio.

Las trampas de la estrategia, lo que no se debe hacer para tener éxito

En las crisis las personas muestran si están dispuestas a probar soluciones innovadoras y a ir más allá, adonde no han ido antes.

Esperemos que se incorporen las mejores prácticas, se apliquen las más altas tecnologías y las experiencias de países que ya vivieron estas crisis carcelarias y de seguridad y las resolvieron con éxito.

Las crisis son también un examen para el estrés y la inteligencia emocional, para el autocontrol de las emociones negativas, para no dejarse deprimir, ni secuestrar por las emociones negativas, ni propagarlas. Para empezar, aplicar mejores hábitos y conductas para el bienestar y equilibrio de la vida propia; por ejemplo, limpiar la mente con descanso, deporte y meditación, no difundir noticias sin fundamento o solo con el propósito de alarmar; incorporar prácticas de seguridad empresarial, familiar y personal.

Miremos la crisis carcelaria y de seguridad con otra perspectiva, con amplitud y profundidad; dentro de todo podría ser una palanca para salir fortalecidos, podría ser una valiosa oportunidad para reconocer qué se pudo hacer mejor, para ver el panorama general, para analizar cuál es la capacidad real que tiene el Estado para gestionar las cárceles y otros ámbitos, para identificar causas y soluciones, para definir qué paradigmas debemos cambiar como sociedad para superar el desorden interno y el bajo crecimiento y, fundamentalmente, para evolucionar no solo en temas de seguridad, sino también en la vida en general. (O)