Finalmente, el Gobierno ha iniciado el proceso de consulta popular del que se venía especulando desde hace unos meses atrás. Por ahora busca someter a consideración de la ciudadanía una serie de enmiendas constitucionales, previo los dictámenes favorables de la Corte Constitucional. El Ejecutivo ha dejado entrever que más adelante probablemente plantee otros temas, pero que no impliquen una modificación de la Ley Suprema.

Aunque la reacción que ha tenido buena parte de la clase política era de esperarse, no deja de asombrar la mediocridad y el profundo egoísmo con el que han respondido. Nuevamente dejan en claro que a esta gente lo último que les importa es el futuro de nuestro país y las amenazas que se ciernen sobre él. Su afán de electoralizarlo todo es infinito. La gran preocupación que tienen es que el presidente Lasso no salga políticamente fortalecido de esta consulta, por lo que harían todo lo posible para que fracase. Poco les importa si los cambios que se proponen son saludables para el país. En su estrechez de espíritu, piensan que el Ecuador comienza y termina con Lasso o con Nebot o con Correa o con Iza. No caen en cuenta que nuestro país los trasciende a todos ellos. En fin, ¿qué se puede esperar de políticos que hasta de la tragedia por la desaparición de una ecuatoriana tratan de sacar una ventaja política?

Una de las armas más eficaces para desmantelar mafias de narcotraficantes es la extradición...

Uno de los asuntos de mayor trascendencia que tenemos que enfrentar como nación es el fenómeno de la delincuencia organizada internacionalmente. El narcotráfico es probablemente la más sofisticada expresión –no la única– de este tipo de delincuencia. Es una actividad delictiva que se ha constituido en una amenaza a la seguridad de los Estados nacionales. Su poder de corrupción es tan enorme como el daño que infligen a la salud de millones de personas, especialmente de niños y jóvenes. El narcotráfico socava la estructura elemental de las sociedades, razón por la cual no es una exageración ver en él un delito de lesa humanidad. Su poderosa fuerza organizativa se debe, en buena parte, a los límites jurisdiccionales que tradicionalmente enfrenta cada gobierno para combatirlo. Por esto es por lo que una de las cosas que más beneficia a esta actividad delictiva es la prohibición que existe en ciertos países, incluyendo el nuestro, de extraditar a sus nacionales. En esa misma línea, una de las armas más eficaces para desmantelar mafias de narcotraficantes o para disuadir la creación de ellas es precisamente el de la extradición de los nacionales que incurran esta clase de infracciones. El Ecuador está a tiempo de adoptar este tipo de mecanismo legítimo, y no repetir así los errores en los que incurrieron otras naciones, como Colombia y México. Claro que la extradición de nacionales no es la panacea. Se requieren de otras medidas, obviamente. Pero sin duda es un paso necesario. Igual cosa puede decirse de otros delitos, como son el tráfico de personas, el terrorismo, el blanqueo de capitales y la corrupción, delitos que hoy se cometen transnacionalmente de manera organizada. La posibilidad de extraditar a ecuatorianos ayudará considerablemente a enfrentarlos.

La oposición a la pregunta sobre la extradición será la medida en la que el narcotráfico ha penetrado en nuestro país. En este tema se juega el futuro de nuestra nación. (O)