La Función Electoral, a través del Código de la Democracia, aprobado en 2009, garantiza el ejercicio de los derechos de las organizaciones políticas a participar en los procesos electorales del país, están regulados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Contencioso Electoral (TCE).

Lo señalado suena bien, pero desgraciadamente en el país hasta el momento existen alrededor de 280 organizaciones políticas a nivel nacional, provincial, cantonal y parroquial; es un número excesivo que no garantiza un verdadero ejercicio de la democracia porque asoman cacicazgos y aventureros que se adhieren al mejor postor; además, aparecen candidatos sin partidos ni movimientos políticos que quieren terciar en las elecciones, para poder cumplir con el requisito de ser auspiciados por una organización política, tienen a su disposición partidos o movimientos políticos debidamente aprobados por el CNE, que están a la venta o alquiler.

Esta dispersión es inédita en la vida política de nuestro país, debería haber solo partidos políticos a nivel nacional, no maquinarias electoreras que se activan cuando se avecinan las elecciones y son manejadas por sus respectivos dueños. Una democracia se fortalece con partidos ideológicos bien estructurados, con líderes auténticos, que preparan y forman nuevos líderes para que tomen la posta en el momento oportuno; de esa forma, los partidos políticos no dependen del caudillo o dueño de la organización política y las decisiones se toman democráticamente.

Los movimientos o partidos políticos se deben organizar solo con afiliados y para ser candidato la afiliación mínima debe ser de dos años antes de su postulación. Los candidatos para presidente y vicepresidente de la República, prefectos, alcaldes no deberán tener ninguna relación con su antecesor hasta el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad, como reza el art. 152.1 de la Constitución. Las prefecturas deben eliminarse, son organismos que le cuestan al erario nacional 830 millones de dólares, sus responsabilidades se yuxtaponen con las del Estado, es decir, con las gobernaciones y alcaldías.

Las organizaciones políticas no han sido escuelas de formación de líderes patriotas y honestos. Al no tener cuadros en sus filas, en las elecciones promueven como candidatos a notorios en la televisión, en los deportes o simplemente porque tienen recursos económicos, sin mayor valoración moral, ética y profesional. Los candidatos son elegidos y llegan a ser autoridades en el país o en la Asamblea; en poco tiempo, el pueblo se da cuenta de que son un fraude, constituyéndose en otra frustración más.

Ahora más que nunca, los líderes presentes y futuros deben esforzarse por dignificar la palabra política, que no sea una mala palabra y que el ser político no sea una vergüenza.

Para que se haga realidad lo planteado, se hace necesario convocar a un referéndum para cambiar la Constitución actual por la de 1998. Ahora, la Asamblea niega la propuesta del Gobierno, de esos asambleístas el país no espera nada bueno, el Gobierno tendrá que tomar medidas heroicas, una de ellas es la muerte cruzada. Suerte o muerte. (O)