El Gobierno del Encuentro ha echado mano, nuevamente, de su mejor carta de presentación público-política: el plan de vacunación que indiscutiblemente puso al país a la vanguardia del combate al virus del COVID-19 en Latinoamérica. El éxito de esta campaña cobra mayor relevancia si se compara con todo lo que no hizo su antecesor del Gobierno de Todos, el de la vacunación vip, el del tren playero y las mil canchas de fútbol antes de ser los “organizadores del Mundial”. Utilizarlo como carta de presentación es su derecho. ¡Pero! Siempre será mejor mantener las medidas de prevención más allá del uso propagandístico del hecho. Por ello, y por fortuna, la medida ha sido tomada con prudencia por el ciudadano común y corriente, para quien seguramente el anuncio del presidente Lasso huele más a “distractor”, autopromoción, cortina de humo, que a una verdad inobjetable: hemos vencido a la pandemia. Por ello, con prudencia redoblada, el ecuatoriano sensato ha evitado asomarse a espacios abiertos sin el asfixiante barbijo.

La hipótesis del “distractor” cobra sentido no solamente porque fue sorpresiva, sino porque además sirvió para lanzar dardos acusatorios sobre evasión de impuestos a uno de los más grandes –grandeza por acumulación, aclaro– banqueros ecuatorianos: Fidel Egas Grijalva. Coincidencia o no, la eliminación de la obligación de utilizar mascarilla, cubreboca, barbijo, “la cosa esa” como dijo un ilustrado Lenín Moreno en una de sus exasperantes alocuciones públicas, llegó oportunamente cuando la violencia recrudecía con autos explotando en plena vía pública, Guadalupe Llori denunciando a medio parlamento para mantenerse en el cargo, una corrida de ministros dejaba desgranado al gabinete desganado, los maestros se le venían encima demandando en las calles reivindicaciones salariales, los trabajadores anunciaban que re-tomaban un Primero de Mayo combativo, los turnos para cédulas o pasaportes se prolongaban por meses por la falta de material, las medicinas en los hospitales no dejaban de ser una triste y dolorosa ausencia, y se le aproximaba su primer aniversario en el poder con resultados que ya para qué engañarse: los primeros cien minutos quedaron cortísimos para las urgencias que van más allá de las vacunas…

Para expertos en comunicación política, el anuncio sorpresivo de dejar la mascarilla busca suplir la ausencia total de política pública en todas las áreas administradas por el Gobierno, incluida la salud, donde el único puntal de Lasso es el plan de vacunación y cuyo efecto en la opinión pública se está agotando.

En vialidad, por ejemplo, la situación es insostenible: sin mascarillas, pero aislados de un sistema indispensable para mantener el flujo comercial terrestre en el país; con un ministro que sin rubor anuncia más frecuencias aéreas mientras productores agrícolas no atinan a replantear las rutas comerciales terrestres. Sin barbijos, pero asustados con la escalada de violencia que no es de ahora ni exclusiva de este Gobierno al que le ha tocado vivir la explosión de lo que viene cocinándose, cuajándose, complicándose al menos desde hace dos décadas.

Así, mejor aguardemos con el barbijo. Ojalá lo mejor esté por venir. (O)