A pesar de sus diversidades ideológicas, el 78 % de los ecuatorianos demostró, con el indiscutible triunfo electoral de febrero, no ser correísta. Ahora dos de las más importantes fuerzas políticas partidistas, con su individual resultado obtenido en las elecciones para la Asamblea Nacional y confiadas en su significativa fuerza legislativa, se resisten y desconocen la trascendencia de sus compartidos anhelos originales, enfrascadas en alianzas particulares, dejando a su suerte al candidato de la coalición CREO-PSC, que sin su soporte no le será muy fácil la victoria en el combate presidencial final contra el correísmo.

No es suficiente el tener diversas ideologías políticas comulgando no ser correístas en febrero, para en abril, precisados nuevamente, confundir el norte electoral, desorientados e indiferentes a la suerte del país, permitiendo el fracaso del negativo propósito común, olvidando unos las humillaciones y persecuciones sufridas a su raza y a sus nacionalidades por el régimen correísta, y los otros su incentivada participación en los desmanes de octubre padecidos por su ciudad.

Parecerían no percatarse de que las diarias amenazas de caos y paralización del Ecuador, y el llamado a una intervención política de las Fuerzas Armadas, ante la eventual decisión del Tribunal Contencioso Electoral a la insistencia fundamentada o no de apertura de las urnas para un recuento total de votos, podrían desencadenar otra lucha fratricida, como la que padeció el Ecuador en 1931, con la “Guerra de los cuatro días” desangrándose en las calles de Quito dos mil hermanos ecuatorianos civiles y militares.

Es evidente que esta conducta obedece al frustrado acuerdo tripartita de apoyo al triunfador inicial, que ha generado el resentimiento y la indecisión de los líderes de estas dos fuerzas políticas. Su desconfianza se origina en la duda moral respecto al resultado definitivo de las votaciones de febrero y a la conducta de los integrantes del Consejo Nacional Electoral. Estas dudas, a pesar de no haber sido desvanecidas a su satisfacción por las autoridades electorales no obstante del tiempo transcurrido, no pueden obstaculizar la urgente y obligatoria necesidad de encontrar patrióticamente fórmulas conciliatorias, que superen este impasse impidiendo el eventual triunfo del totalitarismo y que les garanticen su participación partidaria en el Estado de derecho.

Ante el peligro que acecha a la democracia y a nuestra heredad, no podemos dejar a un lado nuestro compromiso de defenderla. La bandera de la libertad felizmente recuperada no podemos volver a entregarla en las urnas ni dejárnosla arrebatar. Pase lo que pase deberá llegar la hora de la verdad. Durante este lapso estaremos obligados a tomar la decisión que afectará definitivamente nuestro futuro y el de las posteriores generaciones de ecuatorianos.

Es imprescindible la ratificación ciudadana de que no queremos la vuelta al pasado tal como lo hicimos anteriormente. El voto en abril debe ser positivo y concordante con el no correísta de febrero como único recurso, resolviendo así el dilema vital del Ecuador de ser o no ser país. ¡Seamos! (O)