El sentido de urgencia en planes y programas de servicio de interés común es, con toda seguridad, un aspecto cuya aplicación se ha desvanecido en los últimos cuatro años de administración: se lo evidencia en el manejo de la pandemia, los procesos de vacunación o en la respuesta que deben brindar a contingencias naturales. La excepción, hay que admitirlo, ha sido esa aplicación selectiva de la justicia, no la que busca el ciudadano común sino la que tiene efectos político-partidistas.

Pruebas al canto: la tarde y noche del 15 de mayo, lo que era un presagio sobre la turística Cuenca se convirtió en una torrentosa realidad que una semana después había anegado cerca de 60 sectores en cinco parroquias. Las intensas lluvias arrasaron con cultivos, parques lineales, sistemas de agua potable y alcantarillado, algunas viviendas y el colapso de cinco puentes peatonales y otros de vital importancia en la movilización vehicular. Consecuencia de ser la Santa Ana de los Cuatro Ríos. Para el miércoles siguiente se cerraron algunos puentes, como el Guangarcucho: punto de enlace entre la capital de provincia y todos los cantones orientales del Azuay. Por el socavamiento de uno de sus accesos, la policía de tránsito lo bloqueó con cintas reflectivas y, literalmente, toda la administración pública cantonal, provincial y nacional se fue de feriado adelantado hasta la posesión del nuevo Gobierno.

La inacción de todo lo que suene a morenismo en la función pública no iba a desentonar con lo hecho en los cuatro años de pausa y procrastinación. Los azuayos tuvimos que soportar puentes cerrados, familias desplazadas, parques abandonados hasta hace pocos días. Y no es que los problemas se hayan solucionado, sino que el tránsito decidió actuar como el agua en movimiento: evadir todos los obstáculos buscando un punto de fuga. Había que reactivar.

Mala experiencia y presagio para despedir a un gobierno y recibir a otro: el sentido de urgencia no está solamente en el tema vacunas, reactivación y encuentro, como pregona la nueva administración; debe partir por agilizar la solución a las contingencias que soportamos quienes no vivimos en ese eje bicentralista llamado “GuayaQuito”. A los que nos han denominado “de provincia” nos urge recuperar ese sentido de urgencia en la administración de lo público para activar el movimiento que requiere la recuperación descentralizada de la economía. No podemos seguir indolentes, decidir cerrar un puente de conexión interprovincial para irnos de feriado y luego ver qué pasará. No es la conducta esperada en una administración comprometida con sus responsabilidades. Ese no es el rol de lo público, porque crea el espejismo de que lo público no sirve, es corrupto y debe ser reemplazado por lo privado y lucrativo.

Y así en política, así en salud, así en educación, así en seguridad. Recuperar el sentido de urgencia y servicio para evitar, por ejemplo, ese doloroso cuadro de cientos de personas durmiendo a la intemperie, fuera de una entidad pública, como lo palpamos a diario con aquellos que quieren obtener un documento para largarse del país, porque ya la esperanza como que suena lejana. (O)