El sistema de transporte público de Cuenca tranvía es sin duda una de las obras más emblemáticas en una ciudad ecuatoriana contemporánea. Moderno, masivo, amigable con el medio ambiente, atractivo turístico y, entre otras cosas, en una preocupante agonía por falta de sostenibilidad. Una paradoja que viven las autoridades cuencanas y los cuencanos mismos, pues somos quienes debemos subsidiar al menos 8 millones de dólares anuales para mantenerlo sobre rieles. Así, los silenciosos vagones rojo brillantes son un atractivo promocional de la ciudad en redes sociales, pero los problemas financieros, en la práctica, evitan que despegue en su totalidad.

Los problemas financieros del tranvía tienen viarias fuentes, la principal es el bajo nivel de ocupación ciudadana: el recorrido del tranvía, entre ida y retorno, es de 20 kilómetros, con 27 estaciones y 12 unidades operando en simultáneo. Atraviesa la ciudad, por sectores de alto tráfico vehicular, en 28 minutos (segundos más, segundos menos). Pero para volverlo más operativo debe contar con un sistema de alimentación en sus estaciones norte y sur, empatando el servicio con dos de las parroquias más pobladas del cantón: Baños y Ricaurte.

Pero este tema no ha sido solucionado por temor, celo y egoísmo de la Cámara de Transporte de Cuenca, que no logra ponerse de acuerdo con la propuesta, evita entregar información fundamental para el diseño técnico del servicio y, para colmo, puso en operación una línea de bus que sigue casi el mismo recorrido que los vagones tranviarios.

A la baja ocupación hay que sumarle un porcentaje de evasión de los usuarios. A punta de viveza criolla estropean sistemas de cobro o no cancelan por el servicio. Y el tema que más atorado tiene a la Municipalidad –propietaria del sistema tranviario– son los pasivos que acumula. El 15 de enero de 2021 el candidato Guillermo Lasso –a pocos días de ofrecer darle la vuelta a la Virgen del Panecillo para que mire al sur quiteño– prometió que su gobierno asumiría los más de 41 millones de dólares de pasivos, además del subsidio anual que, según proyecciones, se estabilizará en el 2025 cuando la ocupación sea masiva. Y los cuencanos seguimos esperando.

De ser un tema de campaña pasó a ser un tema de oficios y chats directos con el vicepresidente, el cuencano Alfredo Borrero, cuya última respuesta al alcalde fue: “… estamos buscando dónde está el trámite”. Y mientras el agro espera por las ofertas de campaña, el sector salud espera que ya no les despidan más médicos, los transportistas esperan que los combustibles ya no sigan elevando su precio, y los ciudadanos, razones para no emigrar, el alcalde Pedro Palacios sigue esperanzado que le cumplan la oferta de salvar el sistema.

El tranvía de Cuenca, que debía operar desde el año 2015 pero lo hizo seis años después, debe ya actualizar tecnológicamente algunos de sus componentes, como las máquinas expendedoras de boletos que pasaron inutilizadas por mucho tiempo. El desgaste programado va más rápido que las ofertas de campaña, palabras empeñadas y empatía y transparencia de los transportistas. Entender sensatamente el panorama es fundamental para salvarlo. (O)