El presidente no tiene quién le escriba… los diálogos del personaje que debe representar ante el país para hacernos creer que es un gobernante fuerte, decidido y efectivo. Es decir, todo un ejecutivo. Sus recientes declaraciones a propósito del trasnochado habeas corpus en beneficio de Jorge Glas han decepcionado a todo el país, y más bien han inseminado el rumor de un pacto con el correísmo para permitirle durar hasta el 2025. En su intento de marcar una diferencia sustancial con el furor escénico y la omnipresencia de Rafael Correa, y el supuesto coraje de Lenín Moreno al romper con su predecesor, el aparente respeto a la independencia de los poderes del Estado y la discreción de Guillermo Lasso no convocan, y lo exponen a caer en una tibieza anodina frente a todo lo que pasa en el Ecuador. En esta era mediática e instantáneamente globalizada, la invención de la imagen cuenta y en ese sentido, nuestro gobierno: ni chicha ni limo… ¡Nada!

En las antípodas del correísmo y sus sabatinas, el presidente se ha limitado a esos cultos diálogos con dos periodistas en los bellos jardines de Carondelet. Lo que allí se dice puede ser muy interesante y la prensa se esfuerza por transmitirlo al público. Pero tales encuentros tienen tanto interés para la población general como un panel universitario sobre ‘La ética de Kant a Lacan’. Si la palabra de Correa caló en el pueblo, y sus dichos y significantes como el de “los pelucones” han sido adoptados incluso por los aludidos, la palabra de Lasso no parece trascender, ni siquiera entre sus votantes. En estas condiciones fermenta la inercia nostálgica y la añoranza por ese otro estilo, el de las sabatinas, el de los montajes bien preparados con guion estudiado, propuestas y mensajes efectivos, campechanería selectiva, culpables ridiculizados y un pequeño espacio para las jam sessions líricas y verbales del protagonista. ¿El efecto logrado? La ilusión de un presidente fuerte y cercano a su pueblo.

En las antípodas del correísmo, su ética y su estilo, el de Guillermo Lasso iría muy bien en Luxemburgo, Dinamarca o Islandia, pero en este país tropical y andino, donde los sicarios matan cada día a cinco personas, donde sus capos mandan en las cárceles, donde no hay medicamentos en los hospitales públicos ni turnos para cirugías, donde los jueces podridos admiten peritajes ad hoc, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres no tienen para comer, donde la clase política involuciona cada día ante nuestros ojos, donde no hay aliento para los emprendimientos de los jóvenes, donde los niños pobres son cada vez más ignorantes… se requiere un cambio de estilo, y una posición más cercana, definida, firme y sobre todo explícita ante el país. En ese aspecto, me temo que el presidente Lasso se ha ido acomodando, y uno de los signos fue el reemplazo de Alexandra Vela en el ministerio de las personas hábiles y valientes.

A poco menos de un año de su inicio, hay decepción y desesperanza con la gestión gubernamental. En estas condiciones, caducó la opción de la muerte cruzada, y la idea de una consulta popular implica un riesgo impredecible. ¡Sacúdase, presidente Lasso! (O)