La presencia traumatizante del cambio climático es aceptada por la mayoría de científicos; aun así, no son pocos los reveses que tienen que padecer organizaciones humanitarias y líderes comprensivos frente a otros que lo ignoran y desmerecen, de tan alto rango como la Corte Suprema de Justicia de EE. UU. que el 30 junio pasado emitió una vinculante decisión cercenando las atribuciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), evitándole que norme las emisiones que provocan las centrales eléctricas, hecho controvertido que beneficia a las megaempresas mineras y petroleras interfiriendo las políticas de la Casa Blanca, que ha asignado $ 2.300 millones para frenar o mitigar la crisis.

De otro lado, como reacción a la efímera visita a Taiwán, de menos de 24 horas, de la presidenta de la Cámara de Representantes americana, la señora Nancy Pelosi, el Gobierno chino, sin mediar un análisis concienzudo de su impacto como represalia, anunció a través de medios transmitidos por cadenas noticiosas internacionales que suspendería la cooperación con Estados Unidos en la adopción de decisiones cruciales para mitigar el impacto del calentamiento global, causando desazón al mundo, pues ese poco meditado comportamiento no solo perjudica a EE. UU. sino a toda la población mundial, incluyendo el sustento del pueblo asiático. Recordemos que americanos y chinos resolvieron en la cumbre de Glasgow trabajar conjuntamente en reducir los efluvios tóxicos que empujan al caldeamiento planetario.

Pero, así como son grandes potencias de mayor influencia política y económica, acreditan también el marbete de colosales inyectoras al medio de dióxido de carbono que impulsa el incontrolable fenómeno de desastrosas consecuencias, debatidas en múltiples foros teóricos con largas discusiones y conclusiones hasta ahora infructuosas y prácticas. Entre tanto, el socio resentido pasó de acciones amenazantes al lanzamiento de misiles balísticos en aguas que rodean a la isla taiwanesa considerada provincia de la República Popular China, obstaculizando la navegación de grandes buques portadores de miles de contenedores, en alta proporción transportando substancias alimenticias.

Simultáneamente, continúa el avance de corrientes de opinión que desconocen la perturbación del clima de autoría humana, siendo muchos los adeptos a tesis como las que sostenían defensores de la inocuidad del consumo de tabaco, esta vez auspiciadas por intereses de empresas petroleras que han logrado recaudar ingentes recursos para sustentar su endeble concepto, como si los estragos que la población soporta por su inclemente vivencia fuesen procesos naturales no forzados; sin embargo, han logrado reclutar notables científicos que sustentan con ardor sus teorías equivocadas, aunque merezcan nuestro respetuoso análisis y comentarios.

En todo caso, la ONU insiste a las naciones contaminadoras en que honren el compromiso de asignar 100 mil millones de dólares anuales para ejecutar planes correctivos, siendo uno de los más sentidos la inversión para regenerar igual cantidad de hectáreas de suelos desarraigados a la producción y el empleo por fuerte degradación de toda índole. (O)