Renuncie presidente. A la reelección, no a la presidencia. Los ecuatorianos debemos aprender a respetar las normas, todas, incluidas las democráticas. Gritar que el juicio que busca la destitución de Guillermo Lasso es político, es reconocer que tienen los votos y “se va porque se va”, no hace falta más según los obedientes e irresponsables legisladores.

Es difícil imaginar por qué tantas personas en Ecuador buscan ser presidentes. Sin duda tienen egos robustos que les empujan a semejante aspiración. Muchos, es evidente, no tienen ni idea de lo que implica ser autoridad o trabajar en el sector público. Es verdad que la gran mayoría conoce las pocas probabilidades de éxito y seguramente se postula para mencionarlo en sus magros currículos o biografías de Twitter.

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Guillermo Lasso buscó la presidencia por varios lustros. Activamente fundó y mantuvo un partido político con ese fin. Nunca fue un buen político, se rodeó además de personas que entre adulos y piruetas lo hacían sentir cómodo. Su historia personal es lo contrario a la de un hombre desprendido, que piensa en la mayoría del país que le dio, casi de chiripazo, el privilegio de ser presidente. Fue electo para evitar que el títere correísta gane. Quienes lo escogimos como menos malo que Arauz sabíamos que sería difícil que haga un buen gobierno. Evidentemente no esperábamos que sea tan miope, ni tan obtuso al rodearse de amigos y exempleados, y que dejara a tantos técnicos abandonados a su suerte en el espeso lodo de ministerios entrampados. Los rumores de sus pocas lecturas, pero grandes necedades, parecen ser ciertos.

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Temen que varios de sus ministros empiecen a encontrar la manera de comunicar el trabajo en sus áreas...

Pero es el presidente electo. Su periodo dura cuatro años y al momento parece improbable que lo complete. Tiene enemigos hábiles e irresponsables que quieren su cabeza como trofeo. Saben que la inseguridad no se solucionará cambiando de presidente. Temen que varios de sus ministros empiecen a encontrar la manera de comunicar el trabajo en sus áreas y a mejorar su gestión.

Si Lasso fuera generoso e inteligente desarmaría el discurso de los carroñeros que están aupando y sobrevolando su fracaso. Si se salva del juicio esta vez, lo que resta de periodo seguirá siendo infernal. Casi sería un favor al país que decrete la muerte cruzada para librarnos de esas personas que tanto mal hacen desde el Legislativo y que seguramente no volverían. Si el presidente sale en cadena nacional y anuncia ahora que no será candidato a la reelección, buena parte del ataque político –casi vendetta personal– empezaría a desvanecerse. Podría concentrarse en hacer bien su trabajo ya no como gerente general –que tan mal le salió– sino como un presidente que piensa en el país por encima de su ego e intereses personales. Seguramente se alejarían de él políticos malos que hoy le mienten para seguir en el negocio de contratos, candidaturas y campañas. Pero podría ganar técnicos y políticos de fuste, que generosamente sacrifiquen sus vidas tranquilas por dedicarle uno o dos años al país, algo que políticamente es impensable al entrar a un gobierno casi caído.

¿Será que usted presidente puede hacer algo tan simple como renunciar a la reelección? (O)