La prestigiosa Universidad de Harvard, en estudios publicados en la revista Circulation de la American Heart Association, ha concluido que el café no provoca daños a la salud, como hasta hace poco tiempo se sostenía, señalando que su consumo, entre tres y cinco tazas diarias, minimiza los efectos de enfermedades cardiovasculares, neurológicas, superando estados de somnolencia y aguzando los de alerta, desvanece la satanización de la que fue víctima, abriendo un espacio para la rehabilitación de añejas fincas y la implantación de nuevas, con variedades mejoradas y selectas que se impondrán en el próximo futuro.

Será necesario que exista una equitativa retribución de beneficios de las empresas industrializadoras y cafeterías, luego de la presión que tendrán que ejercer las naciones productoras hasta reducir la injusta brecha existente entre la valoración en tiendas y supermercados del producto tostado y molido y lo que recibe el agricultor por cada libra, acrecentándose el desfase si se compara lo que cuesta en los restaurantes extranjeros, e inclusive nacionales, cuando en New York por una taza se cobra 3,50 dólares, sabiéndose que 64 unidades contenidas en una libra arrojan ingresos de 224 dólares. En Guayaquil se replica el hecho, con menor diferencia, dada por 1,35 por taza, capaz de generar $84,40 por libra, en tanto el empobrecido caficultor recibe un mezquino dólar por ella, inferior a lo que le significa cultivarla (1,91).

Las industrias del área facturan por año $ 200 mil millones, quedando apenas el 10% para los productores locales y sus familias, teniendo como contraparte a 125 millones de personas del orbe que subsisten de esa actividad agrícola, muchas con solo $ 2 diarios. Hay propuestas de enmiendas, basadas en el incrédulo optimismo de sacudir la conciencia, buena voluntad y desprendimiento de cinco organizaciones empresariales que controlan el 70% del negocio, marginando 10 centavos por kilo de la venta final, para financiar la repoblación y mejoramiento cafetero, forma de corrección que daría rentabilidad a un sector de enorme interés social y que fue, pudiendo serlo nuevamente, un soporte de la economía ecuatoriana.

La poderosa Federación de Cafeteros de Colombia, cuarto productor mundial, cuestiona el inútil rol de la Bolsa de New York como marcadora racional de precios, siempre en caída, pensando seriamente en retirar al grano de ese ámbito y determinar un “precio autónomo”, que solvente los costos agrícolas, incluyendo una razonable utilidad, posición que gana adeptos en otras naciones cultivadoras de bienes del campo, como España que ha elevado la fórmula a categoría de ley; Ecuador debería secundarla.

Recomendamos revisar y aplicar el trabajo del investigador ecuatoriano Luis Duicela Guambi, que contiene un sólido programa de rescate del café en todas sus fases, sin marginar zonas, renovando 10 mil hectáreas de arábigo y 20.000 de robusta, de buenas características genéticas, emprendiendo acciones hasta convertir a “Ecuador en país de los cafés selectos”, con suficientes atributos en lo ambiental, empresarial y social para lograrlo. (O)