¿Qué es la Navidad? ¿Qué debe ser? Son esos momentos en que cada uno de nosotros respeta a su prójimo, sus derechos, sus espacios; sus decisiones afines o no; sus aciertos y fracasos que no hacen más que reflejar al ser humano imperfecto con el que debemos vivir en armonía, como imperfectos somos nosotros mismos.

Tiempo de reflexión y paz, pero las de verdad, no solo para la foto que compartirá a los amigos, el video para el Facebook, o la siguiente historia de Instagram, como se hace con una infinidad de actividades banalizadas en redes sociales. Reflexión sobre lo avanzadas que están sociedades que empezaron en una caverna y hoy gozan de todas las ventajas que ofrece el, a ratos insólito, mundo tecnológico. Paz efímera, que se posa en las mentes cada diciembre para estar a tono con el ambiente espiritual, pero que no logra calar en el alma de mandatarios que mandan a bombardear otros países, tiranos que torturan al que no actúa igual que ellos, corruptos que juegan sin compasión ni límites con las necesidades de un conglomerado; o políticos que han decidido que su ecosistema ideal lo constituyen la crisis y la confrontación que empantanan el desarrollo.

Estos son los horarios de misa de Nochebuena y Navidad en Guayaquil y Samborondón

¿Qué es la Navidad? ¿Qué debe ser? Tiempo de pasiones y emociones desmedidas, a pesar de la permanente angustia de la Iglesia católica de dejar de lado el consumismo y el festejo, porque esas no estuvieron entre las razones que hicieron que el Hijo de Dios se haga carne y transite la tierra en un sacrificado proceso de perdón de pecados.

Pasiones desbocadas por lo material, lo nuevo que hay que lucir, lo ostentoso que hay que consumir y brindar, en muchos casos derroches que se hacen sin pensar en el mañana. Emociones que complementan ese apego a lo tangible que, absurdamente, cada diciembre muchas sociedades muestran con cuestionable orgullo.

¿Qué más es la Navidad? ¿Qué más debería ser? Momento de introspección. Mirar hacia dentro nuestro y pasar revista a cada cosa que como creyentes hemos hecho en los últimos doce meses y cuán fiel hemos sido a esos valores cristianos que conocemos desde niños. Que la solidaridad con el que está necesitado sea real, desinteresada, humana; que la lealtad con quien se la merece jamás se convierta en complicidad; que el bien común y el sentido común dejen de ser lindos conceptos y se conviertan en acciones positivas, dejando de lado el pensamiento individualista que dificulta la convivencia social. ¿Por qué es tan difícil para muchos aceptar lo que se ha ganado otro, lo que le corresponde, lo que ha obtenido por derecho o por justicia, pero se regocijan fácil con sus tropiezos?

Esta noche, Nochebuena, cuando los que puedan reunirse con sus familias a esperar las campanadas que simbolizan el nacimiento de Jesús vuelvan a utilizar como cliché las frases de que es tiempo de paz, amor, respeto y libertad, recapacite sobre el alcance que tienen. Y úselas solamente si está consciente de que cada una de ellas tiene una trascendencia gigantesca y debe ser invocada cuando se las va a cumplir. Porque, recuerde, las palabras tienen poder.

Si con esto los he ayudado a pensar sobre este día, me doy por bien servido. Feliz Navidad. (O)