La automedicación es un tema que los médicos combatimos con frecuencia, por lo perjudicial que resulta para la salud. Recibir por cualquier vía (oral, parenteral o tópica) una sustancia —farmacológica o no— que no necesitamos es una práctica potencialmente peligrosa. Las posibilidades de sufrir daño existen, por “naturales” que sean los productos que se promocionan. Si lo natural fuera 100 % inocuo, podríamos ingerir sin problema cualquier planta sobre la tierra, y eso no ocurre. Tras la publicidad de “productos naturales” hay un sistema de mercadeo poco humanizado que busca principalmente el rédito económico.

Me encontraba haciendo fila para pagar una cuenta en una farmacia local y pude constatar, una vez más, cómo el dependiente que despachaba y cobraba en el mostrador “recetaba” a un cliente, quien le consultaba por los síntomas de su madre. No es nuevo el hecho de que un boticario prescriba medicinas, pero sí es llamativo que el responsable/propietario del local comercial (al fin y al cabo, las farmacias son un negocio más) permita esta mala práctica y no exista autoridad que la regule. En este relato, el boticario le decía al cliente que su mamá debía tomar “equis sustancia” (que estaba de promoción) durante toda su vida, para vivir sin el dolor articular que sufría. Ante esta sentencia, cualquier persona en estado de desesperación y sin el conocimiento adecuado puede creer lo que escucha y comprar lo sugerido.

Últimamente, usted se acerca a pagar en cualquier farmacia y siempre le recomiendan productos para el hígado, la memoria, la circulación, los dolores articulares, el envejecimiento, el estrés y no se cuántas “dolencias” más. Puros placebos que poco o nada sirven. Lo que nuestro organismo no necesita generalmente lo elimina en sus excretas (fíjese dónde echa su dinero), o puede acumularse y generar efectos tóxicos. El uso de ciertos productos “naturales” promocionados para “aumentar la energía” o “mejorar la circulación cerebral y la memoria”, por ejemplo, han sido relacionados con enfermedad vascular cerebral.

¿Por qué tomar antibióticos no va ayudar a aliviar tu dolor de garganta?

¿Considera usted que es o no es peligrosa la automedicación?

Un dependiente de farmacia no está autorizado a recetar, ni siquiera a sugerir algo relacionado con la salud. ¿Acaso reciben algún incentivo por los productos que logran vender? El ciudadano común, en tanto, debe consultar al médico antes de ingerir algo que no conoce; especialmente deben hacerlo las personas vulnerables por su edad o por comorbilidades que padecen. Las interacciones medicamentosas, los efectos adversos, la toxicidad hepática y renal son unos cuantos ejemplos de las precauciones que deben tenerse en cuenta cuando de medicamentos o sustancias (supuestamente) medicinales se trata.

Otra práctica habitual, que debe prohibirse y sancionarse, es la sugerencia del boticario para que el cliente cambie lo que está escrito en la receta por otro fármaco similar o de otra marca, “porque el otro está de promoción”. Quien despacha medicinas no tiene ni autoridad ni conocimientos para proponer tratamientos médicos, ni para proponer tratamientos médicos diferentes a los señalados por el médico. Las autoridades de salud deberían preocuparse también de estas irregularidades. (O)