El pasado viernes 24 de febrero la Conaie se reunió con el fin de analizar la coyuntura nacional y definir si convocarían a un nuevo paro nacional. La posibilidad de este nuevo llamado despertó una serie de reacciones entre algunos sectores, tanto a favor como en contra. Entre ellos una serie de comentarios racistas, pues descalificaban al otro por su condición étnica. Especialmente de la extrema derecha (esto no quiere decir que en la izquierda no exista racismo).

A la derecha le ha sido muy complicado, al menos en la Sierra, disputar el electorado popular, sobre todo a la población indígena, por sus propias limitaciones. No ha podido desarrollar un discurso que pueda tener acogida, ni disputar conceptualmente, frente a la izquierda, lo político, y muchos mensos procesos de formación ideológica. Desde el paro del 2019 los comentarios racistas han ido escalando, frente a las acciones del movimiento indígena. Por un lado, se debe diferenciar a las críticas y opiniones razonadas, y argumentadas que se han emitido frente a la posición de la Conaie, y, por otro lado, aquellas que buscan descalificar y caracterizar a todo un grupo poblacional a base de prejuicios étnicos. La disputa debe ser conducida en la viabilidad de la propuesta, la verdad de los hechos, los argumentos y su raciocinio, en la capacidad de persuasión, no en la diferencia de supuestos marcadores étnicos. Del otro lado, la izquierda y cierta academia respaldan, sin cuestionar, cualquier acción y propuesta del movimiento indígena, únicamente con el argumento de ser grupos “subalternos”. La “libertad”, decía Hannah Arendt, se da entre iguales, lo que implicaba el poder hablar, es decir, hacer uso de la razón para persuadir frente a otro, a quien se le reconoce la misma capacidad. Este sería el espacio de la política.

Estas son las demandas de las organizaciones sociales e indígenas que se movilizarán el 8 de marzo

En nuestra sociedad aún nos falta por comprender que supone hablar de igualdad, estado de derecho, y el imperio de la ley...

El racismo anula esta condición de igualdad, y por lo tanto cierra el espacio de la política. La derecha en general, pero en especial la ultraderecha, al no poder entablar un diálogo con interlocutores indígenas termina irremediablemente empujándolos al único sector con quien empatiza y han logrado articular acciones, para nuevamente, la derecha, quejarse de la poca claridad política del movimiento indígena. No se da cuenta tampoco de que aumentar tensiones étnicas favorece a discursos incendiarios como los de Iza, y justamente, no sabe cómo contrarrestar esas posiciones entre pueblos y nacionalidades.

Movilizaciones indígenas

Reconocer el racismo no libera de culpa a las acciones violentas durante las movilizaciones del movimiento indígena. A fin de cuentas, la violencia también anula el espacio político. A la vez es curioso que el paro haya despertado la defensa del “territorio quiteño”, donde cierta derecha clama por su autodefensa, incluso con el uso de armas, cerrando el paso a manifestaciones. Supongo que esa misma derecha estará de acuerdo en la defensa del territorio indígena reconocido legal y constitucionalmente, también con la autoorganización en cuerpos de defensa armados. Los extremos terminan por parecerse.

En nuestra sociedad aún nos falta por comprender que supone hablar de igualdad, estado de derecho, y el imperio de la ley, no se diga de conceptos más complejos como libertad y política. (O)