En no pocas ocasiones he recibido, a modo de despedida, esta recomendación: “¡Cuídate!”.

Pareciera una obviedad si se parte de que biológicamente el instinto de supervivencia es connatural a los seres animados, como lo es el instinto de conservación. El primero se refiere al autocuidado –comer, hidratarse, dormir, evitar lesiones–, el segundo trata de preservar la especie –reproducirse y proteger a los pequeños–.

Por lo tanto, autocuidarse, debiera ser la prioridad consciente de cada individuo, ya que no se puede garantizar el cuidado a otros si personalmente no se está bien. Una manera de ejemplificarlo es la instrucción que dan los auxiliares de vuelo durante el despegue: “En caso de una despresurización del avión, se abrirán los compartimentos situados encima de sus asientos, que contienen las máscaras de oxígeno. Si esto ocurriera, tiren fuertemente de la máscara, colóquensela sobre la nariz y la boca y respiren normalmente antes de dar asistencia a otros pasajeros, incluyendo a niños”.

Sin embargo, el ser humano, como resultado de desvincularse de la naturaleza al mudarse a las ciudades donde las labores se realizan por especialidad con ayuda de otros o con asistencia mecánica o tecnológica, va perdiendo habilidades y conocimientos básicos de supervivencia: ha dejado de confeccionar su ropa, de cultivar sus alimentos o encender su fuego, no se ve obligado a desarrollar su ingenio para resolver por sí mismo desafíos cotidianos, porque cada vez más recurre a la asistencia de artilugios tecnológicos incluso con el riesgo de ceder espacio a la inteligencia artificial, y hasta confía a otros el cuidado de sus hijos. La industria, por su parte, se encarga de empaquetar soluciones y servicios para facilitar la vida de quienes puedan pagarlos. Tal vez por eso, en estos días, resulta noticioso y se volvió tendencia en redes que un colegio en España aplique en su programa de estudio un proyecto para enseñar “habilidades de casa”, dirigido a los jóvenes que cursan el bachillerato, que añade a las materias usuales las prácticas que se realizan para mantener el hogar, de manera que obtengan una formación integral. Labores de limpieza, cocinar o planchar son acciones para el mantenimiento de vida que todo individuo debe conocer si se independiza de los padres o forma un hogar, con ello el colegio Montecastelo de Vigo también se propone contribuir a reducir la brecha de género.

Finanzas personales: ¿Qué es gasto y qué es inversión?

En la línea de preparar a los jóvenes para la vida, se enmarca la enseñanza de finanzas básicas, pues un alto porcentaje de la población trabaja para pagar deudas o vive entre angustias porque lo que gana no le alcanza; y qué decir ante la frustración de no conseguir trabajo, ¿se los prepara para emprender?

También como parte del autocuidado cabe concienciar a los menores sobre la preservación de su salud mental y física, enseñándoles a reconocer las amenazas y cómo buscar ayuda. Si alguien sufre violencia doméstica –la que ocurre en el hogar contra cualquier miembro de la familia, pudiendo ser contra los hijos, nietos, hermanos, padres, abuelos u otros parientes– puede acostumbrarse a recibir maltrato en otros ámbitos o convertirse en replicador de agresiones. (O)