Entre otras cosas, nos traerá antiguas y nuevas variantes de la pandemia del COVID–19. Pero ahora nos sentimos más tranquilos para confrontarla porque vemos una organización de salud que responde a un plan preparado por gente especializada, dirigido por una experta en medicina, en salud pública.

Los hechos lo demuestran: un impecable plan de vacunación cuya efectividad supera a los de los grandes países industrializados como Estados Unidos, Reino Unido, Francia. Y todo sin aspavientos, sin palabras vacías que fueron pronunciadas hace tiempo en constantes ruedas de prensa por personas ignorantes en materias de salud. Y, además, compras de medicinas sin negociados, sin repartos de hospitales. ¡Cuánto tiempo y dinero perdidos! En entrevista con EL UNIVERSO, el 1 de enero, la ministra de Salud califica a aquel tiempo del inicio de la pandemia de “un desastre”, y así fue. Además hace afirmaciones de la verdadera desgracia que se vivió y que supera los datos que confusamente se nos proporcionaban: que hasta su llegada al Ministerio “hubo 75.000 muertes en exceso confirmadas, y cuántas personas más habrán muerto, que no se conoce que han muerto a causa de la pandemia”. Dice luego, cómo están enfrentando a la nueva variante, ómicron. Nos tranquiliza saber que hay un plan establecido, llamado Fénix, que se cumple. El presidente Lasso estableció la línea política y llamó a los presidentes de las potencias industriales para obtener vacunas.

El Gobierno actual, de derecha, está cada día más cercado por la presencia de nuevos gobernantes de izquierda. Hace pocos meses triunfó la izquierda en Perú y hace pocas semanas en Chile; es muy probable que ocurra lo mismo en Colombia y en Brasil. El Gobierno tiene que inspirar confianza a esos gobiernos demostrando que tiene respeto por el pensamiento ajeno y aplicando una política de cooperación pragmática en asuntos sobre todo de integración, de comercio. El interés mayor actualmente es el del ingreso a la Alianza del Pacífico, para lo cual es esencial el celebrar un acuerdo comercial con México.

Afortunadamente, el nuevo presidente de Chile apoya la continuidad de la Alianza. El presidente Lasso, al asistir a la posesión de Boric, podría obtener su respaldo para el ingreso de Ecuador a la Alianza. Algo similar obtuvo de AMLO cuando lo visitó en México. Una actitud sin extremismos en los organismos internacionales, especialmente en los regionales como la OEA, será muy analizada por los gobiernos latinoamericanos.

En la política interna, será muy difícil convivir con una Asamblea tan fragmentada; la ley tributaria solo pudo pasar por el apoyo tácito del correísmo. ¿Se repetirá una aprobación así de los futuros proyectos de ley del gobierno? Siempre queda la posibilidad de la muerte cruzada, que fuera tantas veces agitada, blandida, por el gobierno, como una espada de Damocles. Es de esperarse que el presidente desista de la creación de una Comisión Anticorrupción de carácter institucional; no ha habido apoyo y sí mucha oposición en la prensa. Los poderes no pueden autocontrolarse. El presidente se hundiría cargando el peso del desprestigio de las otras instituciones. (O)