Nos asombra nuestra incapacidad colectiva de asumir comportamientos que benefician a todos. Nos desorienta la aparente dubitación constante del Gobierno en ejecutar medidas que regulen la sociedad en las horas y días tan duros que vivimos.

A menos que sean injertados con otras especies afines, los árboles producen aquello que desde su raíz traen en sus genes. Basta observar lo que sucede en los barrios y en ciertas reuniones juveniles, partidos de fútbol barriales, etcétera.

Desde las 12:00 organizan una fiesta de cumpleaños en un barrio. Es difícil de descubrir porque se pierde en el bullicio normal de un día domingo... a las 17:00 la farra regada con alcohol es mayor. La policía da vueltas, advierte que no pueden seguir después de las 20:00. La mayoría de los familiares y amigos vienen de barrios y cantones vecinos. Multiplique este hecho por tres en el mismo sector. ¿Qué sucederá en el resto de la ciudad?

Juegan fútbol entre amigos, imposible usar mascarillas, se refrescan con agua o cerveza, toman del mismo vaso.

En el sector se cumple el toque de queda, pero alguien a quien le gusta escuchar pasillos pone parlantes a todo volumen. En el silencio de las calles solitarias la música invade las casas vecinas algunas cuadras a la redonda. Se asombran si alguien llama la atención. Multiplique ese hecho cada dos o tres cuadras en algunos barrios. Hay vecinos tan generosos que ponen música para toda la cuadra… Solo que no siempre es la música que nos gusta, que preferimos dormir y son las dos de la mañana, y hay enfermeras y médicos agotados que necesitan descansar.

Cree profundamente en Dios. Dice que no necesita la mascarilla, porque Dios es su pastor. Al subir al bus, obligado se pone la que lleva en la mano a todas partes y que no ha lavado ni cambiado en semanas.

Podríamos multiplicar los comportamientos en transportes masivos y lugares donde nos reunimos. Hay una tendencia generalizada a evadir reglas, como si fuera una demostración de destreza personal, creatividad, inteligencia y capacidad de vivir en sociedad. Hasta se dan consejos en redes para lograr hacerlo sin ser descubiertos. La sociedad del disimulo y la imposibilidad de pensar y actuar en plural, orgánicamente y de forma unida.

Lo que sucede con el Gobierno es el espejo deformado de esa manera de ser y de actuar. Porque los funcionarios públicos son fruto de la misma sociedad de la que todos hacemos parte. Claro que no es toda la población y que el daño lo hacen quienes tienen por deporte evadir leyes.

El futuro gobierno nos convoca a la sociedad del encuentro. A trabajar juntos por un bien común. Tendremos que poner mucho empeño para lograrlo. Desde la casa, la educación formal, los trabajos, la academia estamos más formados para competir que para colaborar. No estamos acostumbrados a confiar en la palabra ni en las acciones de los demás. Si consideramos que alguien hace algo bien inmediatamente surgen preguntas, ¿qué estará buscando? Nos cuesta colectivamente alegrarnos del bien de todos, no confiamos en que el otro me va a cuidar. La pregunta formulada de muchas maneras en diferentes tradiciones: ¿qué has hecho de tu hermano?, no ha permeado el quehacer y conciencia colectivas. Tarea urgente en la educación y en las relaciones sociales. (O)