Desde Qatar viviremos y respiraremos fútbol a través de 32 selecciones nacionales, 64 partidos y 5.760 minutos de juego. Un deporte universal que se integra a la geopolítica, su alcance económico, social y cultural; y que en esta oportunidad Oriente acoge a Occidente para potenciar el desarrollo sostenible del fútbol: más moderno, accesible, inclusivo y global.

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El escenario geopolítico de Medio Oriente ha estado definido por tres coyunturas sucesivas, que han provocado fuertes divergencias políticas, militares y religiosas: la guerra del golfo de 1991, los atentados del 11 de septiembre y la Primavera Árabe en 2011. Seguridad, defensa y democracia son los tres factores fundamentales para la estabilidad de la región y constituyen las condiciones necesarias para profundizar su integración al orden internacional.

El Mundial y los negocios ante la ética

El Estado de Qatar mantiene una tensión interregional con el mundo árabe por tres iniciativas estratégicas: el canal de televisión internacional Al Jazeera y su línea editorial, que incluye críticas constantes a gobiernos dentro y fuera del mundo árabe, provocando la retirada de embajadores de Arabia Saudita, Egipto y Jordania, e incluso desestabilizando la relación con Estados Unidos, su principal garante de seguridad militar; la posición de otorgar asilo a opositores políticos de países vecinos; y la iniciativa de apoyar a ciertas organizaciones consideradas terroristas. Qatar necesita ampliar y diversificar sus relaciones internacionales, como parte de su estrategia de seguridad, fortaleciendo relaciones comerciales y alianzas múltiples con Occidente: la Copa del Mundo representa esta oportunidad, en la que está invirtiendo $ 200 billones.

El mundo unido por un balón

Desde Occidente, el llamado al boicot al Mundial de Qatar se focaliza en los principios universales de los derechos humanos, principalmente en el cuestionamiento sobre las condiciones laborales de los trabajadores migrantes en el sector de la construcción, que preparó la infraestructura deportiva. La portada de la revista Time, titulada “The dangerous game”, califica de infernal el trabajo de más de 2 millones de trabajadores de Nepal, India, Bangladés, Pakistán, entre otros países, que trabajan largas jornadas sin descanso a 45 grados centígrados, cuando la línea máxima para evitar lesiones laborales por calor excesivo está en los 32,5 grados centígrados y con una humedad asfixiante que llega a ser del 70 % en verano. Una investigación de febrero de 2021, realizada por The Guardian, contabilizó más de 6.500 muertes de trabajadores en Qatar, desde la adjudicación del Mundial 2022. Este sistema de trabajo forzoso, denominado “kafala”, atraviesa una reforma ambiciosa que Qatar busca implementar, bajo la atenta mirada de los países de la región, que también lo aplican, y de los países de origen de los trabajadores extranjeros en el golfo.

La cuenta regresiva para Qatar 2022 se acelera, la tensión geopolítica será eclipsada por la fascinación mundial que despierta el fútbol y su capacidad de impulsar grandes transformaciones sociales, que solo el juego limpio, seguro y digno puede alcanzar: un juego sostenible con un balón universal. (O)