La Constitución de 1998 ordenó que el IESS “de manera inmediata y urgente iniciara un profundo proceso de transformación para racionalizar su estructura, modernizar su gestión… recuperar su equilibrio financiero, optimizar la recaudación… complementar la capacidad instalada en salud para la cobertura universal, superar los problemas de organización, de gestión, de financiamiento y de cobertura…”. Quienes intentaron hacer cumplir esta disposición (la “comisión interventora”) terminaron enjuiciados y por los “techos”, pues los acusaron de querer llevarse dinero del IESS a través de un contrato de un monto ridículo. La verdadera razón era el pecado de intentar transformar al IESS. De lo que me acuerdo, eliminaron algunos miles de puestos de trabajo innecesarios, lo cual benefició la liquidez institucional.

Casi 22 años después el IESS, globalmente hablando, es una barbaridad. EL UNIVERSO informó antier que tal institución adeuda más de 589 millones de dólares por servicios. Cíclicamente no hay medicinas. ¿Es difícil comprarlas? ¿Es difícil planificar su compra? ¿Es complicado estructurar una organización eficiente? ¿Es irrealizable modernizar su gestión? La respuesta a todo es no. ¿Somos tan imbéciles los ecuatorianos que toleramos décadas de desgracia institucional fraguada con el dinero de los afiliados? ¿A quién le pueden echar la culpa los diversos consejos directivos del IESS? ¿Hemos exigido apropiadamente a estos consejos su rendición de cuentas?

Cíclicamente Solca y la Junta de Beneficencia de Guayaquil son víctimas del IESS por el no pago de sus servicios. Cuando era estudiante de Derecho escuché una charla (debe haber sido en 1985) de un especialista que decía que el IESS iba a quebrar si no tomaba las decisiones apropiadas. Más o menos 13 años después se creó la comisión interventora para sanear al IESS. Los comentarios huelgan. Más que la tragedia de la gestión institucional me impacta la tolerancia de la sociedad. La solución consiste en hacer cumplir las leyes que rigen al IESS y en que el Gobierno le dé todo el apoyo político al consejo directivo y a su director para hacer las urgentes transformaciones del caso.

Es imposible que los partidos políticos no coincidan en la urgencia de que el IESS se convierta, en los hechos, en una institución de bien. Y no siga maltratando a muchos de sus afiliados. Menciono a los partidos políticos porque siguen siendo muy importantes en las transformaciones institucionales. Decía Velasco Ibarra que “la verdadera soberanía consiste en hacer efectivo el derecho”. Pues eso es lo que hay que hacer. La burla de que somos víctimas los afiliados parece infinita. Llegó la hora de crear una campaña permanente: “Salvemos al IESS”, liderada por los afiliados y los empleadores, sin infiltrados partidistas, odiadores ni figuretis, que haga una veeduría seria y organizada, con una ruta y un destino trazados. Las cámaras de la producción tienen la estructura, las facilidades y los recursos para conducirla. Sin perjuicio de ello, el IESS necesita un purgante para que bote todo lo podrido que pueda existir en su interior. (O)