No, el título que gobierna este artículo no es un error gramatical. Tampoco de tipeo. Se refiere a la acción activa de ese nuevo consumidor que el encierro pandémico hizo crecer inusitadamente desde el mundo de la tecnología y en el que quizás muchos de ustedes ya estén inmersos sin darse cuenta: el prosumidor.

El diccionario, sin duda, ha crecido y seguirá creciendo al infinito con estos nuevos perfiles que nos trae la tecnología...

Nace de la fusión, insólita para muchos, de dos conceptos: la producción y el consumo, y se refiere a aquel consumidor que investiga todo, a fondo, antes de comprar y utiliza las redes sociales con total normalidad para compartir sus experiencias con dicha compra, conectando así de manera natural con los actuales clientes hiperconectados e hiperinformados, que a la vez son hiperexigentes e hiperinfieles. No como antes que lavaban con lo que decía la abuela y vestían resignados lo que había en las perchas.

El prosumidor produce información digital sobre lo que consume, gracias a lo cual logra importantes niveles de influencia en determinadas audiencias y así hay marcas, instituciones y personajes que han optado por involucrarlo en el proceso de creación de determinados objetos o al menos en “nuevas versiones”, que antes no existían por la falta de diálogo directo, de retroalimentación. Es por eso que ahora vemos helados con unas mezclas de marcas antes imposibles, o combos que logran el milagro de unir prácticamente el agua y el aceite. También cantantes que llenan su nuevo disco de “invitados” que ¡oh, casualidad!, son los mismos que los algoritmos revelan están a similar nivel de aceptación entre sus fans. Primo cercano de aquel es el “obsumidor”, que aunque no produce ni participa activamente en el proceso de creación, está, cual Gran Hermano, fijándose en detalles que resaltará entre sus afines en el arte de meterse la mano al bolsillo controlada o compulsivamente.

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Pero no pienso pasarme las líneas de este artículo solo “prosumiendo” mis actualizaciones comunicativas. También quiero “figitalizarlos” un poco. Este otro término ha surgido, a regañadientes de los puristas del idioma, de la mezcla de los conceptos de “físico” y “digital”, tan tecnológicamente actuales y que dan a luz el termino “figital”, sustentado en el híbrido comportamiento de compra de la sociedad. Para aterrizarlo un poco, diré que se refiere a un consumidor que suele informarse sobre un producto o servicio a través de la web, de YouTube y de las redes sociales, pero acabará comprándolo en una tienda a la que llegó a pie. O puede también darse a la inversa: observó y tocó el producto en el comercio físico, y luego concretó la adquisición a través de cualquier pantalla, desde la comodidad de su dormitorio. En ambos casos, cumpliendo las nuevas características que el COVID dejó sembradas en el consumidor sobreviviente: el mayor ahorro posible, menos exposición callejera y conciencia absoluta del gasto.

El diccionario, sin duda, ha crecido y seguirá creciendo al infinito con estos nuevos perfiles que nos trae la tecnología y que se tornan inevitablemente transversales en el proceso de diálogo entre audiencias. Entenderlos y ponerlos a andar ya no es una opción, es indispensable para poder comunicarse en el mundo de hoy. (O)