La Sociedad Ecuatoriana de Pediatría ofrece gratuitamente a sus miembros el curso de recertificación de Soporte Vital Básico de la Academia Americana de Corazón. En apenas tres meses, un tercio de pediatras lo ha completado, mostrando la eficiencia de la directiva y la responsabilidad de los doctores en cumplir con un requisito autoimpuesto, no obligatorio en el país. Hace una semana, la Sociedad Ecuatoriana de Reumatología tuvo su curso anual con participación de expositores internacionales de primer nivel, ofreció becas y dio sin costo al menos un taller para médicos, así como reuniones con pacientes. La educación continua es fundamental en la preparación profesional, gracias a las sociedades científicas se hace posible. Sin embargo, los recursos para sostener el nivel de los especialistas y médicos que quieren –y deben– mantenerse al día en conocimientos y habilidades son muy costosos y escasos.

Es indispensable que el nuevo Código de Salud sea construido junto con las sociedades científicas y universidades...

En las sociedades científicas de especialidades médicas sus miembros mantienen el espíritu curioso para intercambiar información, experiencias, prepararse y hacer estudios que ayuden a entender las enfermedades en nuestro país. Lo ideal sería que tanto las universidades cuanto las autoridades de salud trabajen junto a esas sociedades para aumentar el nivel académico y mejorar la calidad médica del Ecuador. Los especialistas tienen más capacidades y tiempo para hacer las recomendaciones basadas en evidencia actual para la práctica clínica, buscar la organización de investigación, así como guiar los programas de educación médica y formación de posgrado. Sin duda, en los países con más orden y respeto, las autoridades sanitarias están conectadas con estos grupos de especialistas y científicos de manera que la creación de políticas públicas es fluida hacia la mejora de la salud y medicina de sus naciones. En Ecuador esa podría convertirse en la manera de dar recursos económicos a cambio de mejorar el nivel actual de creación de políticas públicas, leyes y guías clínicas, para nombrar unos pocos.

Quisiéramos que las políticas públicas se hagan basadas en la mejor evidencia científica. El problema es que mientras en las sociedades científicas se busca analizar la información con un orden jerárquico que pone en la cima los estudios sistemáticos y las conclusiones de estudios clínicos randomizados para dejar en la base a las opiniones de expertos; en la política son estos –los consejeros que muchas veces ni siquiera son expertos– los determinantes de leyes y políticas públicas.

La pandemia develó la necesidad de escuchar a expertos y especialistas alrededor de los múltiples problemas de las enfermedades causadas por COVID y la inequidad en el Ecuador. También mostró como voceros poco preparados en los problemas clínicos tuvieron micrófonos por ser autoridades gremiales y políticos con los consecuentes errores que mal guiaron la toma de decisiones.

Es indispensable que el nuevo Código de Salud sea construido junto con las sociedades científicas y universidades para tener lineamientos generales que a su vez se mantengan actualizadas según recomendación de grupos académicos en lugar de políticos y asesores improvisados. (O)