Siento una profunda decepción por nuestra clase política. Escucho sus declaraciones, generalmente atropelladas, apresuradas, desprolijas. Veo sus acciones y negociaciones manipuladas por acuerdos de poder que hacen ver al país como un botín de piratas.

La política pareciera haber dejado de ser el camino para lograr el bien común, la justicia y el desarrollo de los pueblos. La política hoy es un espectáculo vulgar, de mal gusto, donde es más importante apuntar con el dedo que extender la mano.

Tal vez es solo el síntoma de una sociedad que tampoco aporta mucho, y que es finalmente la que los escoge.

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Una sociedad donde se quiere todo fácil y rápido, sin mucho pensamiento crítico y con una mirada a corto plazo, porque más vale pájaro en mano.

Una sociedad que se escuda en la paradoja de la incertidumbre, cuando nunca hemos vivido una época de mayores certezas: sabemos cómo está el tráfico, cuánto se demora en llegar un paquete, dónde están las personas en tiempo real, tenemos acceso a toda la información que necesitemos, a toda la historia y aún así, elegimos lo que elegimos.

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(...) la inteligencia artificial es lo suficientemente inteligente como para no ir a meterse a nuestra Asamblea y espacios políticos.

Entonces, en este mundo hipertecnológico, se me pasó por la cabeza una idea: ¿qué pasaría si reemplazamos a los políticos y funcionarios estatales por inteligencia artificial? Si montamos una operación política con el ChatGPT de OpenAI o cualquiera de sus similares, que opere sin emociones, basado en la estadística. Sin discursos populistas, sin tratos bajo la mesa, sin cuentas bancarias.

Si la inteligencia artificial puede redactar textos, canciones, hacer ensayos y crear historias, ¿podría legislar, fiscalizar y tomar decisiones de manera rápida, objetiva, sin todos los costos que implica mantener el aparato político?

La tentación es grande. Empecé a investigar, y al final decidí preguntarle al mismo ChatGPT, ¿qué pasaría si reemplazamos a los políticos de Ecuador con inteligencia artificial?, me respondió: “En teoría, la IA podría tomar decisiones más objetivas y basadas en datos que los políticos humanos de Ecuador, ya que no estaría influenciada por prejuicios, intereses personales o agendas políticas. Sin embargo, habría preocupaciones importantes en términos de responsabilidad y transparencia. Si algo saliera mal, ¿quién sería responsable? ¿Cómo se podrían explicar las decisiones tomadas por la IA a la población? ¿Cómo se podría asegurar que la IA no esté siendo manipulada por intereses particulares?”, finalmente agregó que la IA estaría limitada por la calidad y la cantidad de datos disponibles, y por la calidad de los algoritmos y modelos utilizados para procesar esos datos, es decir, se basaría en las decisiones e información previa de nuestra vida política, sería dar vueltas en círculos. Triste conclusión, aunque me sonó más a excusa. Me dio la sensación de que la inteligencia artificial es lo suficientemente inteligente como para no ir a meterse a nuestra Asamblea y espacios políticos. Mejor quedarse haciendo memes.

Felizmente o lamentablemente, la responsabilidad seguirá siendo nuestra. (O)