La situación actual nos cambia las prioridades de intervención del Estado en la economía. Nos pone frente a objetivos postergados por el Estado y la sociedad. Porque ha salido muy caro, con el dólar como moneda de curso legal, reducir la política económica a lograr equilibrio fiscal. El Ecuador de hoy debe contar con una política económica para la competitividad. Juntar y alinear ante ella al Ecuador crónicamente fragmentado. ¿Cuáles son esos lineamientos sobre los cuales convocarnos? ¿Qué tan factibles son? ¿Cabe intentarlo?

Con la dolarización, se nos advirtió que la política económica debía propiciar la generación y especialización de recursos para la producción y su uso eficaz. Pero lograrlo, se debe intervenir en múltiples aspectos, teniendo como hilo conductor el desarrollo sostenible e inclusivo de los sectores económicos, priorizando objetivos para sectores “ganadores” y “vulnerables”, sobre una plataforma de recursos productivos. Esto implica acordar reglas de juego que definan el papel del sector privado y del Estado en la construcción del desarrollo, en un modelo de descentralización y autonomías regionales.

Para hacer realidad estas metas, se deben operar múltiples palancas de manejo. Una combinación coherente de política tributaria, financiera y de subsidios a la producción debe causar el uso eficiente y la especialización de los recursos a emplear. Una política tributaria neutra (sin sesgos por sectores), sencilla, de tasas bajas y amplia base. Una política financiera que nos lleve a tasas de interés que alienten la inversión productiva, el ahorro de largo plazo y el más bajo costo posible para el flujo de recursos desde los generadores de efectivo hacia los demandantes. Esto, en un marco que asegure la adecuada administración y supervisión de riesgos financieros. Mientras tanto, los subsidios a la producción deberán contar con una base de información que asegure su adecuada focalización. Siendo temporales, que tales subsidios sirvan al productor para la mejora de su productividad, su acceso a recursos para producir y su articulación con canales de comercio y clientes.

Estas propuestas deben complementarse con la especialización de recursos humanos, así como de la flexibilización del régimen laboral. Con la ejecución de infraestructura pública y la universalización del acceso a tecnología, mediante la participación público-privada. Con estrategia de apertura comercial para el aumento, tanto de demanda como de competencia, para mejorar la productividad y la frecuencia de la innovación en empresas y sectores. Haciendo toda la tarea, los acuerdos de comercio alentarán el desarrollo de largo plazo de la economía, minimizando el riesgo sobre el empleo interno.

Hoy, solo una parte de la tarea descrita sería factible, pero no hay otra salida para eliminar las causas de la exclusión y la pobreza. Tal vez ya haya demasiados puentes rotos que reconstruir para una agenda trascendente. Que coincidamos en una agenda así, y acordemos que: “no lo que hicimos ayer, sino lo que vamos a hacer mañana juntos, nos reúna como Estado” (José Ortega y Gasset). (O)