El presidente Guillermo Lasso, a pesar de la popularidad que merecidamente goza de la mayoría ciudadana, está tratando de eludir, cual tormenta de arena, la misma crisis de gobernabilidad que inicialmente advirtió su pericia política que amenazaba con desestabilizar su gobierno, y que pretendió evitarla pactando con Pachakutik. No obtuvo los resultados perseguidos porque los indígenas desde el inicio tenían su propia agenda, opuesta a los fundamentales postulados económicos y sociales del régimen, cerrando el paso a cualquier otra. Ahora pretenden imponer la suya amenazantes y seguros con el poder que el mismo pacto les proporcionó.

Por otro lado, la bancada de UNES con su accionar, ante la fracasada instauración de la Comisión de la Verdad, con la que aspiraban obtener jurídicamente la absolución del condenado para que volviera a competir en una futura lid presidencial, se dedican a boicotear las principales iniciativas legislativas del régimen con sus zancadillas, aumentando sueldos, calentando las calles y apostando al fracaso del régimen tras una posible constituyente con su renovada “revolución ciudadana”.

Las anunciadas reformas legales elaboradas durante muchos años por los cerebros políticos de CREO se ven frenadas a raya a pesa de las negociaciones y el cabildeo de su experimentada premier, sin la seguridad de su aprobación por la Asamblea, debido a la insuficiencia de sus fuerzas políticas legislativas y a la negativa anticipada de las otras, con las que el régimen esperaba contar.

La labor y la palabra presidencial en menos de cien días han logrado un incremento progresivo de credibilidad ciudadana, debido al cumplimiento de su discurso dentro de los parámetros ofrecidos de la vacunación masiva –aplaudidos internacionalmente– protegiendo la salud y la reactivación de las actividades económicas. Su coraje lo ha demostrado con su rehabilitación física. Pero su popularidad ante el obstruccionismo crónico y los exiguos recursos económicos para superarlo, se desgastará en la medida del éxito de la gestión negativa mancomunada de UNES y Pachakutik.

Este oscuro panorama obliga imperativamente al mandatario a utilizar el medio constitucional y democrático para superar este impasse, que amenaza con el temprano fracaso de la presidencia de quien durante quince años luchó alcanzando el poder, para que conspirativamente se lo impidan ejercerlo parlamentariamente. No tiene otro recurso que recurrir a su mandante, el pueblo ecuatoriano, por la vía de la consulta o de la muerte cruzada. Por la primera superará la negativa a sus proyectos con la aprobación de la ciudadanía directamente, y por la segunda disolverá la Asamblea aspirando a obtener con sus aliados naturales la mayoría legislativa que le permita gobernar y la reiteración de su mandato presidencial.

El presidente no puede esperar más tiempo los resultados negativos del complot obstruccionista parlamentario. Cualquiera sea su decisión debe adoptarla anunciándola de inmediato. El centésimo día es el momento de maximizar su indiscutido apoyo popular. Su palabra cumplida ante el pueblo es su garantía. ¡Para luego es tarde! (O)