La prensa es el ojo de la sociedad en el poder, garantía de una sociedad democrática. De ahí que los tratados internacionales como la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y las Constituciones de muchos países, como el nuestro, consagran el derecho de toda persona a la libertad de expresión, que comprende la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole, con responsabilidad ulterior, que responde al principio del respeto incondicional a los derechos ajenos.

Grandes batallas por esa libertad han librado los ciudadanos y los medios de comunicación. En 1971 el New York Times publicó los llamados Papeles del Pentágono, documentos secretos sobre la implicación de los Estados Unidos de Américia (EUA) en la guerra de Vietnam, demostrando que el presidente Johnson había mentido al pueblo y al Congreso. El Gobierno intentó bloquear judicialmente la publicación, pero la Corte Suprema levantó la prohibición. El 2010 ese medio y otros grandes del planeta publicaron cientos de miles de documentos acerca de los abusos cometidos en Irak y Afganistán por las fuerzas de la OTAN y estadounidenses, consistentes en asesinatos y torturas. Documentos que les entregó Julián Assange, que le fueron dados por un soldado patriota que descubrió los horrores. Los medios consideraron que existía un interés legítimo del público en ese material. Assange recibió amenazas de muerte, se le inventaron cargos, que lo obligó a refugiarse en nuestra embajada en Londres, de la cual fue vilmente expulsado por el expresidente Moreno, a pesar de correr riesgo su vida, integridad física y libertad.

El año 2016 más de cien medios publicaron los Papeles de Panamá, entregados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, que cuenta con reporteros de más de 65 países. Se trataba de millones de documentos respecto a cuentas secretas de 214.000 empresas en 40 años, registrando a 324 intermediarios de Ecuador. La revelación le costó el cargo a los jefes de gobierno de Islandia y Pakistán.

Ahora, millones de documentos ha sacado la moderna Pandora para disgusto de los Zeus del mundo. El Consorcio vuelve por sus fueros, con la participación de 600 periodistas de 150 medios, tras dos años de difícil investigación, buscando en las guaridas fiscales planetarias las muchas llaves del misterio y encontrándolo, de 35 líderes actuales y anteriores, más de 330 políticos y funcionarios públicos en 91 países y territorios, más de 130 multimillonarios y de fugitivos, estafadores y asesinos, que ya le significó al primer ministro de la República Checa no lograr la reelección. Según el FMI, el 2009 tales oasis acumularon un cuarto de la riqueza privada del mundo. Se calcula una evasión tributaria de 230.000 millones de euros. Hace años expresó la vicepresidenta del Consorcio: “Casi todos los grandes actos de corrupción tienen un elemento offshore”.

Desde 1991, el presidente Lasso tenía 14 fideicomisos en Estados llamados paraísos fiscales, porque cobran bajos impuestos sobre fondos que los inversionistas colocan desde países donde logran ganancias. Pasó algunos a Dakota del Sur, estado de EUA “amado por los ricos”, que protege contra reclamos de excónyuges, socios, acreedores, clientes, etcétera. No proporciona información, no hay impuesto a la renta, ni de sucesiones, ni de utilidades. Cuenta con leyes que brindan una creciente protección al capital. “En muchos casos las leyes estadounidenses han dificultado que los acreedores pongan sus manos sobre lo que se les debe, incluidos pagos de manutención de los hijos de los padres ausentes”, dice el Consorcio periodístico. Desde otras cuevas se han trasladado ahí activos que han cuadriplicado los existentes. Añaden los periodistas que por el secreto del sistema no es posible saber qué parte de los 11,3 billones de dólares de las fortunas offshore está vinculada a la evasión fiscal y otros delitos y cuánto de ellas provienen de fuentes legítimas.

En dicha investigación, sin prejuicios, entran el Consorcio de periodistas y El Universo, que pidieron al señor Guillermo Lasso informar sobre sus empresas en ultramar. Respuesta que, con el resultado de la investigación publicó este Diario. Días después, como presidente de la república, no a título personal, el señor Lasso envió una carta a El Universo, increpándolo por haber omitido reportar su pasado tributario, que él mismo no incluyó en su respuesta inicial. Información que despierta una duda: Desde el 2011 incrementó notablemente el monto de los impuestos y contribuciones que pagó. ¿Subieron sus ingresos o lo hizo por control del SRI?

En la desproporcionada carta se acusa al Diario de presentar a su autor como evasor de impuestos. No hay tal, los aludidos lo desmintieron debidamente. Imputa a El Universo aplicar a su conveniencia el papel que en defensa de la libertad inspira la frase que invoca diariamente. Lo que en realidad se percibe es que quiere que calle, que es justamente lo que dicha frase advierte como mal. Lo que quiere es que se decante a su favor, lo que jamás puede un medio hacer, porque pierde la esencia de su trabajo que es la independencia de todo poder.

Manifiesta en la carta: “Bienvenidas sean todas las investigaciones y todos los Pandora Papers”. Entonces, no debe obstruir la investigación que efectúa la Asamblea Nacional por atribución constitucional, ni tampoco la Fiscalía. Ambos entes deben hacerlo respetando el derecho al debido proceso. La transparencia es aire que demanda la sociedad, que necesita que se paguen los tributos que corresponden. (O)