Como se esperaba, empiezan a cumplirse los trágicos vaticinios de las manifestaciones del cambio climático, grave señal de lo que deparará el cercano futuro, los eventos trágicos que ocupan las noticias de las últimas semanas confirman los presagios de expertos por causa del calentamiento generalizado del planeta, que los líderes mundiales no han tomado en serio, como lo demostraron los pobres resultados de la última conferencia del clima, la COP 26, que se reunió en Glasgow en noviembre del año pasado, no comprobándose las promesas de financiamiento a los países más pobres, de 100 mil millones por año para enfrentar la debacle mitigando las emisiones y aumentando la resistencia y adaptación a sus implacables consecuencias.

Paralelamente, se difundió por parte de la Organización Meteorológica Mundial, OMM, que el año 2021 terminaba entre uno de los siete más cálidos, debiendo ser recordado porque se dieron récords como 50 grados de temperatura en ciertas latitudes de Canadá, comparable solo con el ardor registrado en el desierto sahariano de Argelia; paradójicamente, se sucedieron excepcionales lluvias e inundaciones desastrosas en Asia y Europa, unidas a sequías envolventes y desesperantes en ciertas regiones de África y Brasil, que configuraron un escenario de devastación en varias comunidades de la que no se escapa ningún continente.

Las emisiones de gases propios de las actividades productivas de la humanidad mantuvieron elevadas concentraciones atmosféricas de CO2 y otros efluvios dañinos como el metano, provocando el sofocante calor, señalándose que el 2021 mantuvo como promedio 1,1 grados centígrados superior al factor imperante en las épocas preindustriales, lo cual contradice los afanes que inspiraron el Acuerdo de París de 2015, abatiendo el optimismo de llegar al 2050 con solo 1,5 grados de incremento, entusiastamente acordado por 190 países, entre ellos Ecuador. La inobservancia de este compromiso derivaría en otros desórdenes como el alza calórica y acidez de los océanos, sin que pueda evitarse la subida del nivel medio del mar y mantener sin variaciones los glaciares marinos y de encumbradas cordilleras. No se constata que las ofertadas líneas de apoyo financiero se hayan manifestado a favor de las naciones que sufren mayores afectaciones, cuando son las que menos contaminan, entre ellas las localizadas de bajas latitudes, siendo un ejemplo típico las zonas ecuatoriales frecuentemente atormentadas, como lo que acontece ahora con áreas sujetas a la influencia de lluvias torrenciales y frecuentes que se alejan del antiguo principio “lluvias de gran intensidad son de corta duración”, mientras se marcan precipitaciones que tardan horas interminables, en campos y ciudades.

Ante esta desoladora realidad, los campos juegan un rol básico por su acción captadora de gases de la atmósfera hasta terminar en un proceso de almacenamiento de carbono, tanto que se ubican en segundo lugar después de los océanos, de allí la necesidad de que las formas de financiamiento climático se traduzcan en ejecución de planes de regeneración y conservación de suelos que dolorosamente no se perciben en nuestro medio. (O)