En realidad este artículo fue escrito para comentar el inexplicable abandono del papa Francisco a la Iglesia en Nicaragua, pero por haberme llegado cierta información por redes sociales, que coinciden con los ligeros comentarios del ministro de Gobierno sobre la anunciada consulta popular, me detengo unos instantes para decir que la consulta sería un desperdicio si se va a referir a asuntos secundarios, triviales, y no a estructurales de un Estado que ha entrado en un peligroso declive. Antes de convocarla, el Gobierno debería socializar las preguntas; caso contrario, puede recibir el rechazo mayoritario. Se dice –esperamos no sea cierto– que hay preguntas sobre la reapertura de los casinos, la venta del Banco del Pacífico, el considerar a los guardias privados como parte de la seguridad general. Con una consulta así, nada se habrá solucionado y quedará intocada la defectuosa estructura del Estado. Es un error hacer una consulta de ideas junto con elecciones de personas.

El Papado: muchos nos alegramos, en su hora, de que el nuevo papa hubiese elegido para él el nombre del más humilde de los humildes, el de Francisco, el que defendió a los animales, como lo describe Rubén Darío en su poema del ‘Hermano Lobo’. Debo admitir mi decepción al ver que no ha proferido una palabra en defensa de su Iglesia, que no ha protestado ante la detención arbitraria de uno de los obispos y varios sacerdotes, monjas, por disposición de Ortega, el dictador que mete presos inclusive a los candidatos que se presentan en oposición a su dictadura eterna; que comparte el poder con una mujer tan sanguinaria como él. Largo es el historial de violaciones de este repulsivo dúo en contra de las libertades más elementales: ha clausurado y se ha apoderado de periódicos, radios, televisoras, negocios. Y cuando la Iglesia, los sacerdotes, salen a defender a los perseguidos, pues los mete presos. El papa en su alocución del domingo último, se limitó a proponer un “diálogo”, pero no protestó por el obispo detenido. Esto está provocando un minicisma en la Iglesia católica, pues el obispo principal visitó al detenido, y se multiplican los que lo defienden; la Iglesia de México lo hace de manera contundente. Recordemos que el papa visitó, sorpresivamente, al presidente Correa cuando arreciaban manifestaciones en su contra; su presencia amainó las protestas.

Se vivía un tiempo de opresión: se había destituido a 57 diputados; se producirían las muertes, prisiones, persecuciones por el 30S; se arrestó al director del Hospital de la Policía, coronel César Carrión; al mayor Fidel Araujo. Se perseguiría –como hoy en Nicaragua y Venezuela– a periódicos como EL UNIVERSO y su columnista; se sancionaría a otros periodistas y críticos como Fernando Villavicencio, Bonil. Larga es la lista; pocos nos atrevimos a solidarizarnos con ellos, principalmente en nuestros artículos de opinión, o ante los tribunales de injusticia, que rechazaron nuestras demandas. Se sistematizó la persecución al pensamiento libre mediante una ley mordaza; hoy, el mismo grupo político quiere revivirla y si el presidente no la veta totalmente por inconveniente e inconstitucional, la nueva mayoría puede imponerse. (O)