En distintos espacios de reflexión cuando intentamos dar solución a los grandes problemas del país, muchas veces surge la expresión ‘nos hace falta una ley’, se piensa quizás que hay un derecho que no se ha protegido o una actividad o comportamiento que se debería regular. Y si es una ley orgánica mejor, así está encima de las leyes anteriores.

Las leyes organizan actividades, regulan situaciones, determinan el funcionamiento de instituciones y marcan la cancha de los poderes, entre otros beneficios potenciales. Así, la lógica de solucionar los problemas vía leyes luce necesaria y razonable; sin embargo, por lo general contribuye a que haya más Estado, más burocracia, menos libertad y menos empoderamiento de los ecuatorianos. Esta lógica tiene una cola de recursos enorme: hay que crear, fortalecer y financiar la institución que la va a controlar. Y si revisamos la historia y observamos los hechos, en los impactos de muchas leyes las distorsiones han sido mayores a los beneficios que se buscaron inicialmente.

Quizás en ciertos casos puntuales efectivamente una ley puede mejorar la efectividad de determinada institución (por ejemplo, la Policía). Sin embargo, debido a la abundancia de leyes y disposiciones normativas no legales y sus continuos cambios, realizados sin duda alguna con la mejor intención de hacer justa y mejor a la sociedad, vale la pena reflexionar si ¿podrían estar produciendo un efecto contrario al que se desea? ¿La trama jurídica del país nos estaría enredando más que ayudando? ¿Quizás lo mejor sea menos leyes?

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Por qué, entonces, no miramos otra lógica y pensamos primero en invertir para profesionalizar el talento o conocer mejor al usuario o cliente para encajar los productos y servicios en sus necesidades, deseos y aspiraciones; o desarrollar una nueva tecnología de información, materiales, genética que agregue valor, que ayude a dar trazabilidad y desmaterialice los procesos; o por qué no cambiar la informalidad al hacer las cosas implementando buenas prácticas en la cadena de valor; también es posible colaborar entre varias empresas haciendo pool de compras para abaratar la materia prima o una campaña de posicionamiento en los mercados internacionales para mejorar la marca Ecuador; apoyar a los pequeños volviéndoles proveedores o transfiriéndoles know how y, mejor aún, diseñar una estrategia comercial que identifique caminos claros para ganar en los mercados internacionales. ¿Que las leyes se hayan transformado en la única solución posible a todos problemas significativos de la sociedad no es quizás un problema en sí mismo? ¿Somos capaces de hacer algo distinto a proponer una nueva ley? ¿Podemos poner nuestras expectativas en otras apuestas?

Lograr el futuro que queremos nos obliga a repensar el presente y estar dispuestos a invertir, colaborar, innovar, apoyar, desarrollar, adquirir, diseñar. La búsqueda de soluciones en la sociedad a problemas complejos debería incluir muchas opciones y acciones conectadas con una visión y metas comunes; pero, sobre todo, debería partir de la responsabilidad de todos los actores para estar dispuestos a poner de su parte, a asumir un cambio real más allá del facilismo del cambio en el papel. (O)