A pocas horas de que el actual gobierno de Lenín Moreno Garcés vaya directamente al espacio del rencor, olvido y desprecio de quienes quedamos por fuera de sus decisiones (más o menos el 89 por ciento de los ecuatorianos, según las más generosas encuestas de popularidad), muchos nos seguimos preguntando ¿en qué fallamos para en cuatro años no llegar a ser un “mejor pueblo” para quien se ha ganado el listón de ‘traidor’ entre quienes lo promovieron a la más alta esfera de servicio que tiene el sector público?
¿Ser un mejor pueblo para alguien de la altura de Moreno? Sí, fue su reclamo directo en medio de una anécdota –que reflejaba como un espejo el sentir ciudadano: “Ojalá hubiéramos tenido un mejor presidente”– planteada en el nada despreciable espacio del Foro por la defensa de la democracia en las Américas que un grupo de amigos del Instituto Interamericano por la Democracia organizó en Miami para oradores alienados a una misma tendencia: Mauricio Macri, expresidente de Argentina; Osvaldo Hurtado, expresidente de Ecuador; Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica; Andrés Pastrana, expresidente de Colombia, el secretario general de la OEA, Luis Almagro…
El reclamo indigna más por el momento en el que fue planteado: la idea –dispersa, desde luego– fue posterior a una cínica infidencia: con el incremento del precio de los combustibles, nos salimos un poco con la nuestra, fue lo que palabras más o palabras menos dijo Moreno para referirse a una decisión de equiparar los precios de los combustibles a niveles internacionales, en medio del confinamiento de la pandemia, frente a los once muertos que el desmejorado pueblo puso en las calles durante las jornadas de protesta de octubre de 2019 para frenar el anuncio de esa alza. Traición sobre traición.
¿Un mejor pueblo para Moreno? Sí, no uno desempleado o sometido al empleo informal (51,1 por ciento a diciembre de 2020; o lo que es lo mismo, un paso del 25 por ciento de pobres en diciembre de 2019, a 32,4 por ciento en diciembre de 2020) al estilo de los ‘monitos emprendedores’ vendiendo vasos plásticos con cola en los semáforos de las avenidas porteñas.
Ser un mejor pueblo tras el castigo de un vergonzoso manejo de la pandemia –lo ocurrido en Guayaquil y su perímetro lo llevó a ser conocida en el ámbito internacional como la Wuhan de América– y su escandalosa repartición de hospitales a cambio de favores políticos. O de una campaña de inmunización a la que se la llamó ‘vacunación vip’ y que se inició con los familiares del ministro encargado de organizarla.
A horas de la salida del peor presidente de la historia lo que le queda a este defraudado pueblo es su dignidad indoblegable de levantarse cada día sin esperar la complacencia de tiranos o inútiles. Valientes ciudadanos para quienes el 24 de mayo será un paso más en el bregar diario por sobrevivir, sin reparar en si es un mejor pueblo para el presidente de turno, en medio de las bambalinas del cambio de Gobierno.
Lo que nos queda es la esperanza del objetivo diario: ser mejores para nosotros mismos y para los nuestros, cuidando de lo público en educación y en salud. Aprendiendo de los errores, para no repetirlos. (O)