Guillermo Lasso anunció reformas a la Ley Orgánica de Educación Superior, lo cual fue bien recibido por las universidades, cuya autonomía fue afectada con la expedición de la LOES 2010 y su tibia reforma en 2018. No menos importante es el debate liderado por la Unesco sobre el futuro de la educación superior. Comparto algunas reflexiones sobre el tema.

1. El rol de la educación es preparar a los alumnos a ser conscientes de su lugar en el mundo, en convivencia con otros y el entorno, mediante conocimientos integrados e interdisciplinarios. La docencia debe recuperar su papel en el proceso, hoy desmerecido por las exigencias de investigación y publicación de papers, y la desgastante cultura del ranking.

2. La educación superior es un derecho y un bien común que contribuye a la libertad y dignidad personal, a través del desarrollo de competencias profesionales, desde los pilares del aprendizaje: conocer, hacer, vivir juntos y ser. Reconocer su emocionalidad, atravesada por el lenguaje, convierte a los alumnos en participantes activos y constitutivos de lo que observan.

3. Es urgente revertir la falta de acceso a la matrícula universitaria, especialmente de los pueblos indígenas y afrodescendientes, y su escasa permanencia en el sistema, desde un enfoque multicultural, legitimando diferencias de etnias, género, culturas, clases y discapacidad.

4. El porcentaje de puestos de responsabilidad de las mujeres es bajísimo. El feminismo busca igualdad de derechos y la reorientación del vínculo entre vida, trabajo y carrera. El 18% de rectores en universidades públicas latinoamericanas son mujeres, y lo son el 12% en las europeas.

5. El vertiginoso avance de las tecnologías de la información y la inteligencia artificial conllevan transformaciones en la vida común y dilemas éticos por explorar. Las humanidades son clave para observar la complejidad del vínculo “humano-no humano” en una era posmoderna, no lineal, sin referentes confiables y pocas certezas.

6. Tener impacto es dar respuesta a problemas comunes. Los métodos de investigación deben ser menos formales como en el mundo del arte o el activismo social, que promueven la participación e investigación-acción. Los centros investigativos locales e internacionales podrían organizarse alrededor de problemas más que de disciplinas.

7. Publicar en revistas especializadas para medir la calidad investigativa implica no considerar la contribución humanística, que ocurre en tiempos y espacios distintos, y termina migrando a museos y centros artísticos. Habría que flexibilizar las regulaciones sobre propiedad intelectual y open data, a través de diversos canales de distribución.

8. Se deben regular los entes de evaluación y acreditación y crear un sistema de autorregulación para la gobernanza universitaria, acorde a su cultura y modelo organizativo. Hay países donde la garantía de calidad recae en las tesis del alumnado y exámenes nacionales de grado.

9. Es imperativo que las universidades se enmarquen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, desde una estrategia global con autoridades locales, agentes sociales, sector privado, periodismo y sociedad civil. (O)